Capítulo 116. La sobrina de mi marido.
En ese preciso instante, Marco estaba dándole a Francesco una verdadera clase magistral de actuación. No era solo un intento de imitación; era una encarnación tan profunda y detallada que dejaba asombrado a cualquiera que lo presenciara.
Cada gesto, desde el sutil parpadeo hasta el más imperceptible movimiento de sus manos, era una réplica exacta de Giovanni.
La inflexión de su voz, la cadencia de sus palabras, incluso la forma en que respiraba, eran tan convincentes que resultaba casi imposible distinguir al original del imitador.
Si Francesco no hubiera tenido la certeza absoluta de que quien tenía frente a él no era el verdadero Giovanni, probablemente se habría dejado engañar por completo, creyendo sin dudar que su amigo estaba allí, hablándole.
—Me da igual lo que pienses de mí, de verdad. Voy a buscar unos papeles y nos vamos para la empresa. Vas a tomar el puesto que mi papá te dio y, si puedes, intenta no cruzarte en mi camino; te lo agradeceré mucho —el tono de voz de Frances