Wendy le acaricia el cabello con delicadeza, y su acción es la luz verde que él necesita para degustar el manjar que emana un dulce y embriagador aroma.
—Mua doc fia a ti prob (tu caramelo me invita a probarlo) —murmura él, extasiado.
—¿Qué? —pregunta ella, confundida, pues no entiende ni una palabra de lo que ha dicho.
Liah sonríe en respuesta, deslizándole la ropa interior hasta los tobillos. Luego acaricia sus piernas de arriba a abajo con sutileza y termina por quitarle la prenda por completo.
El rubio la huele con descaro y espeta una maldición entre dientes, abrumado por el perfume exquisito que le llena las fosas nasales.
La pone sobre la mesa, se acerca y, acto seguido, se adueña de sus labios con besos atrevidos y juguetones, donde su lengua es la protagonista.
—Ah... —gime ella, completamente entregada a la forma en que la besa.
—Eres tan adictiva, mi belabé... te deseo tanto. —Liah le chupa el cuello y lo muerde con suavidad; luego lame y acaricia con los labios toda la zon