Mientras algunos hombres son expertos en ligar, Leo es todo lo contrario. Debido a las constantes burlas y rechazo por el color de su cabello, nunca ha tenido novia ni ningún tipo de contacto con las mujeres. Un día conoce a Maddie, una chica atrevida que coquetea con él e incluso lo ayuda a superar sus inseguridades. Sin embargo, ella guarda un secreto que no sólo afectará al chico pelirrojo, sino a otras personas a su alrededor, entre ellas, Claire, quien está enamorada del tímido “zanahoria”.
Leer más"¡Ey zanahoria! Dame tu almuerzo", "¡Qué asco! ¿Por qué eres tan anaranjado como una zanahoria?", "Zanahoria, pásame tu tarea"...
Leo sufría por el desprecio de sus compañeros debido a su cabello casi naranja y su piel pecosa, al punto de que las chicas lo miraban con desprecio y los varones lo molestaban a cada rato llamándolo "zanahoria".
Tan grande era el acoso que recibía en la escuela, que ni los maestros podían controlar las palabras despectivas con las que el pobre chico era señalado, de manera que el bullying que los alumnos ejercían contra él crecía exponencialmente.
Esta terrible situación lo llevó a creer en esas crueles palabras, al grado de percibirse así mismo como un personaje animado mal dibujado. Lo que más odiaba eran sus cejas y pestañas, las cuales eran más rojizas que su cabellera.
Cuando entró a la universidad fue más sencillo para él esconder su apariencia. Para asistir a las clases usaba todo tipo de gorras que ocultaran su cabello y vestía sudaderas holgadas de colores neutros que le ayudaban a pasar desapercibido. Incluso dejó crecer su barba, que para su fortuna era bastante tupida y no era tan rojiza, un detalle que lo ayudó a mimetizarse entre el resto de sus compañeros, quienes también vestían desaliñados.
Al graduarse de artes plásticas, Leo decidió trabajar en el taller de su padre, Jacob Brown. En un principio, dicho lugar era un espacio seguro que lo hacía olvidar del bullying que sufría en sus años escolares, donde también ahí fue donde descubrió su talento como tallador de madera.
Esta habilidad fue de gran utilidad para su progenitor, quien le encargaba a Leo que perfeccionara los trabajos que realizaban, lo cual impulsó en gran medida el negocio de su padre, provocando que este se volviera muy famoso en Ciudad M por la calidad de sus muebles.
Un día, el taller recibió un particular pedido desde la página web, de la cual se encargaba Leo, para ofrecer los productos que hacían. Dicho encargo consistía en una puerta de caoba rojiza, con un acabado rústico con detalles de flores y hojas. Este trabajo atrajo mucho la atención del chico pelirrojo, que, sin dudarlo, de inmediato se puso manos a la obra.
Era tal su gusto por esculpir y tallar objetos de madera, que no durmió durante tres noches seguidas, hasta el punto de que olvidó comer a sus horas con tal de perfeccionar su obra. Al cuarto día terminó, dejando que su padre se encargara del resto del proyecto.
Debido a su desvelo, Leo durmió como 12 horas, en las cuales soñó que se encontraba en la playa mirando el atardecer, tan rojizo como su cabello. Todo el ambiente era del mismo color y parecía que se perdía en él. La escena lucía demasiado onírica, que se sentía embelesado por la calma que emanaba la puesta del sol.
Luego de recorrer con la mirada aquel lugar, notó que una mujer de vestido azul marino caminaba por la orilla de la playa, resaltando en ese escenario de tonos rojizos. La chica tenía un sombrero que cubría su rostro, lo cual impedía que Leo pudiera ver cómo era.
Mientras observaba que esa mujer se acercaba, una parvada de gaviotas cruzó frente a él, haciendo que perdiera de vista a aquella joven. De repente, Leo sintió que unas delicadas manos tomaban su rostro, para después ser besado por esa misteriosa persona.
Cuando volvió en sí, vio que la joven le decía algo. Sin embargo, el ruido de las olas le impidió escuchar su mensaje. Entonces, la alarma de su teléfono móvil lo despertó.
Aturdido, se dio cuenta de que todo había sido un sueño, por lo que luego de unos minutos, se levantó perezosamente y caminó hacia el baño para orinar. Cuando terminó, se lavó el rostro y comenzó a asearse, para posteriormente vestirse y bajar a desayunar.
Mientras comía los hot cakes que había preparado su padre, Leo trataba de recordar los detalles de ese peculiar sueño.
Al notar que su hijo estaba tan pensativo, Jacob sintió curiosidad por lo que le ocurría, así dejó de leer su periódico y se dirigió a él para preguntarle qué le pasaba.
—¿Dormiste bien?
—Mmmm, más o menos —murmuró sin mucho ánimo.
—¿Quieres descansar hoy? Puedo ir solo a entregar el pedido —sugirió Jacob con sumo interés en el bienestar de su hijo.
—No te preocupes, estaré bien —contestó el chico con voz ronca—, ¿me pasas la miel?
Jacob le entregó el frasco de miel y continuó hablando.
—Bueno, si tú lo dices. Por cierto, Abraham me marcó temprano para pedirme que lo ayude a instalar unas ventanas. Después de llevar la puerta, puedes acompañarme a su casa.
—Ok —contestó Leo de manera apática.
Al notar que Leo no tenía muchas ganas de hablar, Jacob suspiró de frustración para luego seguir leyendo el periódico mientras tomaba a sorbos su café.
Cuando terminaron de desayunar, ambos hombres se dirigieron al taller para cargar la puerta a la camioneta y partir a la casa del cliente a entregar el pedido.
Media hora después, llegaron a una casa de dos pisos, color azul brillante. El predio tenía un jardín completamente descuidado, cuyo el pasto estaba muy amarillo y las hojas secas de los árboles se encontraban en el piso formando un tapete anaranjado.
Jacob fue el primero en bajar y llamar a la puerta. Sin embargo, nadie respondió, por lo que decidió contactar por teléfono al comprador.
Mientras Leo esperaba en la camioneta, se percató que las casas del vecindario tenían un diseño similar, muy diferentes al domicilio del comprador, el cual rompía con la estética de la colonia. Ante esto, pensó: «Quien viva aquí es una persona con poco sentido de la belleza y buen gusto».
De repente, su vista notó que a lo lejos venía una mujer corriendo. Vestía una sudadera azul y pants negros que resaltaban su silueta, lo que provocaba que las personas que se encontraban en la calle volteaban verla cuando cruzaban a su lado.
Su atención también centró en el largo cabello negro de la mujer, el cual estaba sostenido con una coleta y se balanceaba graciosamente, lo que la hacía lucir como una modelo salida de un comercial de ropa deportiva.
Cada vez que esa chica se acercaba, Leo sentía que había algo en ella que le parecía bastante familiar. Luego de un rato, la joven se detuvo frente a la casa. Era la clienta que estaban esperando.
Antes de que las puertas se abrieran, Mike se sentía bastante ansioso por ingresar. Leonard notó su inquietud y le dijo con una expresión divertida. —¿Qué pasa doctor Davis? ¿Acaso tiene miedo de casarse? —¡Qué dices! ¿Acaso tú no estás nervioso? —replicó el inquieto hombre. —No, estoy seguro de mi decisión y solo hago esto para formalizar con Claire nuestra relación —respondió Leonard con orgullo. Impresionado con la actitud tan madura de su amigo, Mike reviró. —¿Acaso te crees mejor que yo? Supongo que la convivencia con Claire te volvió más señor, ¿no? —Puede ser, ahora soy un hombre responsable y tengo una familia. —¡Ni siquiera esperaste a casarte para traer a otro niño! ¡Eso no es ser responsable! —regañó Mike. El pelirrojo alzó la ceja de ironía y replicó. —¿Qué dices? Tú también vas a tener un hijo. —¡Arg! ¿Por qué sacas eso a flote? ¡Me siento ansioso de solo pensar en la enorme responsabilidad que tendré cuando nazca! ¡No sé qué voy a hacer! Aún me falta terminar co
En una finca ubicada a las afueras de la ciudad, Maddie se encontraba estresada lidiando con la organización de la boda, ansiosa por tener todo listo antes de la ceremonia. —¿Qué pasó con las flores? ¡Hace rato pedí que las acomodaran en su sitio! —preguntó severamente. —Lo siento, señorita Scott. Justo acaban de llegar —respondió uno de sus ayudantes. —¡Por favor! Apúrense a colocarlas, ya pronto llegarán los invitados y esto tiene que estar listo —ordenó con agitación, para luego dirigirse a los chefs—. ¿Ya tienen la comida? —Justo acabamos de acomodar el bufé —respondió diligentemente el chef principal. —Muchas gracias, por favor, mantengan todo caliente para cuando los invitados pasen a comer. —Sí, señorita. Después de esto, Maddie se dirigió al bar, para comprobar las bebidas, y posteriormente fue con los músicos. Como se la había pasado dando vueltas desde la mañana, no había tenido tiempo de ver a los novios ni mucho menos tomar un descanso. Aprovechando un instante en el
—Érase una vez un niño cuya cabellera era bastante rojiza. Todos en la escuela se burlaban de él al decirle que era una “zanahoria”, lo cual hacía llorar al niño. El único consuelo que tenía era quedarse en el taller de su padre, donde aprendió a fabricar muebles maravillosos, tan finos y delicados, que muchas personas en la ciudad venían al taller, interesados en conseguir uno de ellos. Con el tiempo, el chico creció y se volvió en un apuesto hombre, pero debido al miedo de ser rechazado por los demás, prefirió esconderse bajo una apariencia desaliñada. Hasta que un día, un hada le hizo salir de su cueva y le compró ropa nueva. El chico, con su nueva apariencia, se sintió más confiado y empezó a hacer cosas nuevas, hasta convertirse en un… —¡Caballero rojo! —interrumpió una pequeña pelirroja de cuatro años. —¿Qué? ¿Ahora tú vas a contar el cuento? —reclamó Claire fingiendo indignación. —¡No, mami! Es que esa es mi parte favorita de la historia, ya que el muchacho se parece a mi cab
Este cuestionamiento dejó atónito a Jonathan, que por un momento se quedó sin palabras, sin embargo, al poco rato se recompuso y respondió interrogativamente. —¿Por qué preguntas esto? Claire lo miró fijamente y volvió a preguntar. —¿Ya la perdonaste? Digo, sé que ella actuó mal y tú no aceptaste como terminaron las cosas, pero después de lo que pasó con Leonard, te marchaste así sin más. Ante esto, el hombre sonrió con amargura y respondió. —Tienes razón, no he olvidado a Maddie, pero aprendí que debo sanar primero antes de poder comenzar una nueva relación. —¿Cómo? ¿Acaso estás pensando en pasar de página? —preguntó Claire sorprendida. —Sí, hace mucho tiempo comprendí que mi relación con Maddie jamás iba a funcionar, porque cuando empecé a salir con ella tampoco había cerrado el ciclo con mi fallido matrimonio. Tal confesión consternó bastante a Claire, ya que no esperaba que ese hombre realmente admitiera su error. Entonces volvió a preguntar. —Entonces, ¿quieres decirm
Aunque faltaba menos de 30 minutos para la hora pactada, Leo se sentía ansioso de ir en busca de Claire, así que esperó a que Jonathan se alejara para bajar del coche y buscar la bodega que James le había indicado. Tras andar por varios pasillos, escondiéndose detrás de las paredes antes de salir, finalmente dio con el lugar. Sin embargo, no se acercó, ya que vio que en ese momento acababa de llegar un vehículo negro, del cual descendió James Hong acompañado de dos sujetos de apariencia tosca. —¿Será una trampa? ¿Claire realmente estará ahí? —murmuró Leonard, mientras miraba atento los movimientos de esa persona. Tras esperar a que el trío de hombres entrara al inmueble, se acercó, pero antes de ingresar, se dispuso a buscar una ruta de escape. —¡Arg! Este lugar está completamente cerrado, solo hay una puerta de acceso —murmuró furioso luego de rodear el área. Ante esto, decidió no esperar más tiempo y entrar de una vez. En ese momento, al tomar la manija de la puerta, sintió que
Cuando llegaron al muelle, Jonathan suspiró pesadamente y se dirigió hacia Leonard. —Bien, ya estamos aquí, solo que tenemos que esperar media hora para que tu encuentro con James Hong, ¿estás seguro de ir solo? —preguntó ansioso. —Tengo que hacerlo, no puedo permitir que te expongas, ya bastante me ayudaste con traerme hasta aquí —respondió Leonard. Jonathan se sorprendió al escuchar al pelirrojo tan determinado, entonces suspiró pesadamente y dijo a modo de broma. —Bien, supongo que sabes lo que debes hacer. Si estás en problemas, no dudes en activar el dispositivo que nos dió Kuro, ¿de acuerdo? —Sí, no te preocupes —respondió Leo manteniendo su mirada fija hacia la fila de bodegas que tenía en frente. Ver a este hombre con tanta disposición a morir preocupó a Jonathan, pero antes de decir algo más, Jonathan escuchó que su teléfono móvil sonaba. Rápidamente lo revisó, pero al ver que el remitente provenía del hospital, sospechó que ya los habían descubierto. Con tal de no alter
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