Daría. ¿Decepcionada? Claro que sí, ahora sabía la posición de todos.¿Qué más podía hacer? Más que dejar que todo tomara el rumbo que debía tomar, quizás la diosa tenía algo designado para mí y ese algo no estaba al lado de quién sería mi compañero.El resto de la cena estuvo silenciosa, al parecer mi comentario les dio justo en la conciencia, si es que tienen.—Pido disculpa, me siento cansada, me gustaría ir a descansar —dije antes de levantarme. — Claro, hija, ve y descansa —dijo mi madre.Caminé unos cuantos pasos y lo vi, era esa misma figura que vi en mi pesadilla de aquel día. ¿Acaso lo que acaba de pasar era otro sueño?Me quedé estática viéndolo, sus ojos estaban fijos en mí, como si pudiera ver dentro de mí.—¿Daría?—me habló mi madre.Pero no pude articular palabra, mi cuerpo no respondía. —¿Qué pasa?—preguntó papá con preocupación.Por un momento volví a mi sentido, me giré y les sonreí; era obvio que ellos no lo veían.—No es nada—dije.Pero al girarme esa cosa, estab
Alexander estaba preocupado por la situación de Daría.Algo en él le decía que no se trataba de aún simple cansancio, así que una vez que se aseguró que Daría estuviera bien cuidada, bajó a la biblioteca y buscó algo que le ayudara a entender o saber qué era lo que pasaba. —No pierdas el tiempo —le habló Ares—. Es normal en una persona tan débil. —Si no vas a ayudar, es mejor que no digas nada —le dijo Alexander cerrando el enlace. **Alexander.Estuve toda la noche, hasta el amanecer, leyendo los textos antiguos de la manada, pero no lograba encontrar algo que me indicara lo que le ocurría a Daría.Pero no estaba dispuesto a darme por vencido, estaba casi seguro de que algo que desconocíamos le pasaba a Daría.Había cosas en su comportamiento y no hablo solo del simple hecho de que haya estado dormida por tanto tiempo, sino de la vez que vi cómo su cabello brillaba. Cerca de las ocho de la mañana escuché un gran alboroto, por lo que me apresuré a salir a ver qué pasaba. —¿Qué pa
Daría se giró para ver a los ojos a Alexander, quien la miraba de manera complicada.—Hay algo que desee preguntar —fue ella la encargada de romper el silencio—. Si es así, puede hacerlo sin problema.Alexander dudó por un momento, pero luego tomó valor para hablar.—¿Qué ha cambiado? Hay algo diferente en ti —dijo.Daría no cambiar su expresión, y se mantuvo igual de imperturbable.—Yo me siento igual —contestó manteniendo su mirada firme en él.—Ya no eres la misma —Alexander avanzaba algunos pasos, pero se detuvo al ver una sombra para detrás de Daría.Su lobo, quien se había mantenido en silencio, habló.— ¿Qué es esa cosa?—preguntó alarmado.— No lo sé —respondió Alexander.Daría, se giró, a ver qué era lo que Alexander miraba y pudo ver el espectro que la andaba asechando.Pero extrañamente esta vez no tuvo miedo, ¿acaso se había acostumbrado a su presencia?—Daría, acércate—le ordenó Alexander.Sin embargo, ella se mantuvo sirena, así, tranquilamente, le habló a Alexander
Daría. Rubí salió de mi habitación casi corriendo, yo suspiré, porque sabía que Alexander tenía razón, muchas cosas habían cambiado en mí. Y yo lo podía sentir, era como si algo fluyera en mí y quisiera salir.Desde ese día, las visitas de Dionisio se hicieron más seguidas, los días fueron pasando y evité al máximo toparme con Alexander.No porque tuviera vergüenza o algo parecido, sino que las ganas de estar con él se hacían cada día más fuerte, y así llegó el día de mi cumpleaños.Desde temprano el ruido en la casa se hizo presente. Mamá y papá me despertaron con un gran desayuno, estaban felices y yo deseaba sentirme igual.Pero por más que lo intentaba, no podía. Estaba a solo unas cuantas horas de ser rechazada, así que no había mucho que celebrar. —En unos días no iremos, solo debemos soportarlo —me animó Atenea. Ella se había mantenido tranquila y estaba decidida a ir a donde Dionisio nos esperaba. Ella y yo confiábamos en él. Durante el día, estuve en mi habitación. Atenea
Atenas.Volvimos al lugar donde había tenido mi ceremonia de transformación. Dionisio volvió a aparecer, mis padres y los demás se pararon en frente de mí para protegerme.—No deben preocuparse, Dionisio es mi amigo—dije caminando hacia él.—¿De dónde lo conoces? —preguntó el alfa Óscar.—Soy su leal sirviente y la hemos estado esperando por siglo—; justo en ese momento varios aparecieron.Todos hicieron una reverencia para mí, era extraño, pero los sentía que tenían años de conocerlos, aun sin poder ver cómo eran realmente.—Ama, por favor, cierre sus ojos —me pidió Dionisio.Yo, sin dudar, lo hice. Al hacerlos, varias imágenes llegaron a mi mente: era un hermoso bosque, lleno de enormes árboles, varios quioscos y muchas personas.Era como una tribu, todos usaban ropa hecha con piel de animales, algunas llevaban plumas en su cabeza y su cara pintada con algunos símbolos. Todos eran de piel morena, pero su cabello era blanco como el mío, ahora sabía a dónde debía ir.Abrí los ojos y l
Daría.—Despierta, ya es tarde—Escuché que una voz femenina me habló, no abrí los ojos, ya que tenía mucho sueño.—El momento ha llegado—Se volvió a escuchar, abrí los ojos de golpe al recordar que en casa solo vivíamos mi padre y yo. La luz del sol que entraba por la ventana me molestaba, pero me esforcé por buscar de dónde provenía tal voz. En mi habitación no había absolutamente nadie, pero no sentí miedo; todo lo contrario, esa voz me daba paz y mucha tranquilidad.—Es tarde —gritó mi padre desde la primera planta.Automáticamente, miré el reloj de mi mesa de noche y efectivamente era tarde.—Mierda—dije.Salí de mi cama y corrí al baño, olvidando lo que acababa de pasar.Me di una ducha en tiempo récord, busqué algo cómodo para poner, opté por un pantalón deportivo, una camiseta y unos zapatos deportivos. Mi cabello lo recogí en un moño alto. Una vez lista, bajé corriendo.—Eso fue rápido —dijo mi padre entregándome un vaso con jugo de naranja.—Ser rápido es lo mío —dije antes
Daría.Los heridos fueron acomodados en lo poco que quedaba de la gran casa que por generación habían habitado los alfas.Sabía que el alfa nos cuidaría como había prometido, pero también entendía lo difícil que sería buscar un lugar para todos.Con mi padre ayudé a cuidar a los heridos, pero era muy difícil al no tener lugar suficiente para todos. La noche fue terrible, pues el frío y la falta de comida estaban haciendo que todos nos desesperamos. Los más grandes podían entender la situación, pero los más pequeños no, por los que muchos lloraban.La situación, empeoraba con las horas, pues poco a poco aparecían más y más heridos.Sin más que hacer, el alfa ordenó que todos nos dirigiéramos a la manada Luna creciente, que era la más cerca por así decirlo. Al llegar a ella nos tomaría cinco días caminando y dos si lo hacíamos transformados y tres en coche. Sin embargo, ese era el dilema, pues los heridos no podrían transformarse al ser niños y no había suficiente transporte para todos.
Alexander.Alexander Ivanov, ciento diez años, uno de los mejores guerreo y futuro alfa de la manada Luna creciente.Ese soy yo, un hombre inteligente que vela cada día por el bienestar de su manada, me esfuerzo cada día para llegar a ser un alfa, que cuide de su manada, como lo han hecho mis padres todos estos años. Llevo tiempo buscando a mi mate, pero, como ven, no he podido hallarla.Había estado todo el día en la oficina ayudando a mi padre con todos los asuntos de la manada, normalmente es algo que hago dos veces por semana, el resto lo ocupo entrenando o revolcándome con alguna loba.Pues les puedo decir, soy un hombre responsable, pero tengo mis necesidades. Cerca de las tres de la tarde, un guerrero nos informa de que tenemos un visitante.Ninguna manada nos había avisado que enviaría a alguien, por lo que nos pusimos en alerta. El visitante resultó ser un enviado del alfa William, quien nos solicitaba ayuda, pues un terremoto había destruido gran parte de su manada y no tení