El deseo de verlo era inmenso, casi desesperado. Cada fibra de mi ser ansiaba su presencia, su mirada, el sonido de su voz llamándome por mi nombre.
A pesar de las advertencias de Emiliano, yo estaba segura de que él se equivocaba. Tenía todo bajo control. Sabía que Jacobo aún me quería, que su amor por mí seguía vivo, latiendo con la misma intensidad de siempre. Y yo… yo solo quería recuperar lo que habíamos perdido.
El elevador descendió con una lentitud que se sentía cruel. Mi corazón palpitaba con fuerza, mis manos sujetaban con firmeza mi bolso y mi saco, como si aferrarme a ellos pudiera calmar la tormenta de emociones que se desataba dentro de mí.
Las puertas se abrieron y el aire fresco de la noche me envolvió. Y ahí estaba él.
Jacobo me esperaba en la entrada, con la elegancia que siempre lo había caracterizado. Su porte era impecable, su saco negro perfectamente planchado, su camisa oscura abrazando su silueta con ese aire de sofisticación que lo hacía imposible de ignorar.