El reloj avanzaba con una precisión implacable, marcando los minutos que me separaban del momento en que volvería a verlo. Jacobo.
Media hora antes de la salida, me dirigí con rapidez al tocador, mi corazón latiendo con un ritmo acelerado, una mezcla de emoción y ansiedad recorriéndome de pies a cabeza. Frente al espejo, tomé una bocanada de aire y con manos expertas, aunque algo temblorosas, retoqué mi maquillaje con sumo cuidado. Tenía que verme perfecta para él. Quería que notara cada pequeño detalle, que supiera que me había arreglado para él, que seguía importándome, que aún ardía esa llama entre nosotros.
A medida que aplicaba el último toque de color en mis labios, mi reflejo me devolvió una imagen distinta. Era yo… pero una versión que había estado dormida por demasiado tiempo. La ilusión que creí perdida había regresado a mis ojos, mi piel parecía resplandecer con una nueva energía y mi sonrisa, tenue pero genuina, se había instalado sin que me diera cuenta.
Mi humor había ca