Lena disfrutaba del ambiente tranquilo y familiar que reinaba en la hacienda. Observaba cómo los trabajadores se movían con diligencia, realizando sus labores diarias. Recordaba las veces que había compartido momentos agradables con ellos, conversando y riendo juntos.
La brisa suave acariciaba su rostro mientras se mecía suavemente en la mecedora. Cerró los ojos y se dejó llevar por el sonido de la naturaleza que la rodeaba. Era reconfortante estar de vuelta en ese lugar, donde se sentía en paz y en armonía.
Elijah se acercó a ella, trayendo consigo dos tazas de chocolate humeante. Se puso a su lado y le entregó una taza, mientras observaba el paisaje con una sonrisa en el rostro.
— ¿Recuerdas cuando vinimos por primera vez a esta hacienda? — preguntó Elijah, tomando un sorbo de su café.
— Nos odiabamos tanto. — Lena lanza una carcajada.
— No creo que nos odiabamos.
— Claro que si, querias hacerme toda la vida imposible, estuve a punto de tirarte de la silla de ruedas.
Elijah lanza