Alejandro cerró los ojos por un segundo, es que tenerla recostada en su pecho, desvalida, sensible, frágil, lo llevó a la noche en que sí la tuvo, desnuda, bajo su viril y potente cuerpo.
Moría de ganas por besarla, sabiendo que no podía hacerlo, pero tuvo muchas dudas.
¿Era ella la mujer que lo hizo delirar?
Rebeca, confundida, ¿levantó la vista?
¡Era su mirada!
Ese día estaba borracho, pero recordaba su mirada, y sus ojos clavándose en los suyos al levantar la vista.
¿Acaso el destino le estaba jugando una mala pasada?
Una extraña fuerza los estaba dominando.
Parecían estar hechizados.
Los dos estaban estremecidos y tratando de disimular lo que sentían.
-Perdón.
Dijo Alejandro, haciéndose cargo de la situación.
-Sentate, no podés irte así.
-Me quiero ir, esto no tiene sentido.
-Hablemos 5 minutos y luego decidís que hacer.
Alejandro la quería retener, pensaba que ella era la mujer de la mejor noche que pasó en su vida.
Estaba haciendo un esfuerzo para no hablar de esa noche, para no