Aaron
El silencio después de la tormenta es un lujo raro. Pero esta noche, no tiene nada de apacible. Es un silencio tenso, vibrante, donde cada respiración de Fleure me llega como una confesión. ¿Ella cree que las paredes la protegen? Solo me ofrecen un escenario perfecto.
Me apoyo contra la puerta, torso desnudo, la piel aún marcada por el sudor. Tres golpes secos resuenan bajo mis dedos, como un latido de corazón voluntario.
— ¿De verdad estás durmiendo, Fleure? ¿O sigues prestando atención como una alumna dócil que espera su lección?
Una sonrisa se dibuja en mis labios. Me la imagino, con los labios apretados, los párpados cerrados, luchando contra la evidencia.
— Si quieres... puedo empezar de nuevo. Esta vez, solo para ti.
Fleure
Mi estómago se retuerce. Cada palabra es un veneno que se desliza por mis venas. ¿Por qué no me voy? ¿Por qué sigo pegada a esta puerta como una idiota, prisionera de un juego del que me niego a admitir la influencia?
Agarro las sábanas, luego las suelt