Aaron
El timbre resuena en el silencio de la mansión. Un sonido claro, casi insolente.
Ella está aquí.
Bajo las escaleras, cada paso resonando sobre el mármol como un golpe de martillo. Siento su mirada sobre mí, detrás, en la cima de la escalera. Escucha, observa, aunque pretenda lo contrario.
La puerta se abre. Aparece una mujer. Tacones altos, vestido corto, perfume dulce que ya satura el aire. Sonríe con esa sonrisa vacía por la que la han pagado. Una desconocida. Una sombra. Exactamente lo que quiero: nada.
— Buenas noches, dice con una voz falsamente tímida.
Me aparto, le hago señas para que entre. Ella pasa frente a mí, y su perfume me agarra por la garganta. La sigo sin decir una palabra. Cada gesto es calculado. Cada silencio, intencionado. Porque sé que Fleure, allá arriba, contiene el aliento.
Subo las escaleras, la mujer tras de mí. No me detengo en mi habitación. No. Abro la de al lado. Una habitación igualmente lujosa, pero fría, impersonal. El lugar perfecto para lo que