Tanya retrocedió instintivamente, su espalda chocando contra la pared.
— Señor Santori, yo…
— Shh —la silenció él, colocando un dedo sobre sus labios— No digas nada, solo déjame mostrarte cuánto te aprecio.
Antes de que Tanya pudiera reaccionar, Arien se inclinó y la besó bruscamente. Ella se quedó paralizada por un momento, luchando con el shock y el asco en su interior.
Sentía tal repulsión que estuvo a punto de vomitar, pero se obligó a mantener la calma. Recordó su misión, su propósito de estar allí, salvar a Dina. Con ese pensamiento en mente, se forzó a no empujar a Arien inmediatamente.
Cuando él finalmente se apartó, Tanya logró esbozar una sonrisa temblorosa.
— Señor Santori... Arien —dijo, su voz apenas un susurro— Esto... esto es inesperado.
Arien sonrió, complacido por su aparente falta de resistencia.
— Oh, Tanya —ronroneó, acariciando su mejilla con un dedo— he estado deseando esto desde que te vi por primera vez.
Tanya luchó contra el impulso de apartarse de su toque, e