Angélica
Llevábamos más de veinte minutos en el auto callado. Tenía los nervios de punta, y para ser honesta, lo que había hablado con el padre ayer… había quedado peor. Tenía mil sentimientos enredados.
—¡Angélica!
Se sorprendió al verme en la famosa banca de la familia, parece un ícono dicho lugar para quienes teníamos problema. Nuestra cita era en unos minutos en su despacho, pero quería pasar media hora sentada en ese lugar derramando lágrimas.
—Me gustaría más hablar aquí. Papá se refiere a este sitio como su acercamiento a Dios.
—Lo recuerdo, fue un hueso duro de capturar. —Con dificultad caminó hasta llegar a sentarse al lado en la banca, tenía su estola en la mano—. Sigue siendo mi parte favorita del jardín para tomar mi cafecito, confesión o charlar.
—Confíe en su criterio, vine más por el consejo de un sabio que el de un sacerdote.
—Gracias por esa palabra de sabio, pero solo soy y he sido un cúmulo de errores, lo cual me hace experto en algunos temas. Aunque también los err