Ernesto
Volvió a beber cerveza, cantó una estrofa de la canción, sus ojos negros me miraron con tanta sinceridad.
—Solo fue mete y saca, no lo disfruté, porque no pude sacarme de la cabeza a la pequeña que horas antes había compartido en mi despacho. No es excusarme, pero no tengo nada con Rubí, y a pesar de eso me siento como una mierda. A la mujer ni siquiera la besé mientras la penetraba. Pero esto no lo entendería una mujer, solo fue sexo. Cuando le pagué y la despedía, la vieja me besó. ¿Te puedes imaginar el susto cuando una vez se alejó vi a Rubí frente a la puerta, eran las once de la noche…? Fue evidente a que fue a mi casa.
—¡Nojoda!, ¿así pasaron las cosas? Ni que fueras el más de malas. Pero viejo, acababas de tener lo que sea que haya pasado en ustedes unas horas antes. —Emanuel afirmó.
—Eso dijo ella. Desde hace un tiempo para acá, esa retadora logró hacer latir mucho mi corazón y juro que esa noche me sentí una mísera mierda. La llevé hasta su casa y, como siempre con s