Rubí
Estaba permitiéndole llegar a lugares donde había planteado hacerlo con alguien estable y no por una noche. Pero Emmanuel superó mis expectativas y no iba a negar mi sentimiento hacia él. Sus besos me supieron al manjar más delicioso de caramelo. Donde había puesto sus manos quemaron la piel, muy seguro mañana lamentaré el no volver a tener esto.
Pero tomaré el riesgo. Y no sentiré remordimientos, porque yo era quien decidía quién me tocaría. Mi respuesta había avivado ese par de ojos, los cuales parecían dos pozos negros llenos de lujuria. Su demandante voz era lo único que quería obedecer. Me cargó para cambiar de posición.
Ahora estaba de espalda al sillón y él arrodillado, mis senos al descubierto. —Ni en mis sueños había imaginado tener tal experiencia con él—. Tampoco iba a pensar, solo a disfrutar. Ese morenazo pasó sus manotas por mis muslos, llegó a la pequeña ropa interior de encaje negro y, en vez de quitármelo, las desgarró.
Lo vi mirar mi parte íntima y lamerse los l