Angélica
Eran las cinco de la mañana. Aún seguía pensando en toda la situación alrededor de Ernesto, mis padres fueron enfáticos en no dejarlo solo, su temor era porque se sentirá culpable de lo ocurrido, y terminé entregándose a las garras de esa desgracia de hombre que no ha podido engendrar otro hijo.
Ahora se había ensañado con alejarnos de él. Alonso debía de ser un hombre enfermo o un ser lleno de orgullo y no soportó perder. El temor de papá era muy válido, casi me secuestran. Donde los chicos no hubieran llegado, le habría dado la oportunidad a ese hombre para doblegar a Ernesto. Menos mal, Emmanuel lo sedó. Las palabras de mamá anoche siguen dándome vueltas y vueltas.
—Hija, a partir de ahora no te expongas, no podrás salir sola a ninguna parte, no solo serás tú, yo tendré guardaespaldas, debemos de minimizar las posibilidades de ser un blanco para Alonso, no quiero que por nosotras obliguen o puedan chantajear a Ernesto. ¿Cree que él no se entregará por nosotras?
—Tienes raz