Gabriela
Me mordí la mano para no gritar al escuchar a Samuel echando a la chica que se prestó para hacerme el favor. —¿Así que soy una chica que vale la pena rogar?— La convencí con dinero, pero eso no lo sabrá el cabeza de chorlito. Con cuidado cerré la puerta de la habitación del frente, a donde guardó las maletas y puse seguro.
Vas a aprender, Samuel Abdala a darme mi lugar. A Bogotá regreso siendo su novia o nos vamos en blanco este fin de semana sin sexo. Lo hago, era para enseñarle. Sentí mucha rabia, pero también era cierto que me dio mi lugar. Ellas, al parecer, llegaron de atrevidas. Fueron muy honestas al decir la verdad.
Las habían contratado el día de la fiesta del matrimonio de Maco. Y la cancelación fue hecha desde el miércoles, cuando nosotras confirmamos nuestra asistencia. Otro cantar sería si hubieran venido solos. Pero no iba a ponérsela tan fácil, hoy dormiremos cada uno en una cama.
—Gabriela.
—Hasta mañana, Samuel. Estoy cansada, disfruta tu noche.
—¡¿Qué?!
Apag