Samuel
La había visto llorar y acercarse al ramo de rosas que le envié. ¿Sentirá ese regalo como mío? —Julián ingresó a la oficina, detrás lo hizo Carlos.
—Deja de espiar a Gabriela, ¡trabaja! En seis meses inauguramos la ciudadela.
—Ha llorado.
—¿Mi princesa ha estado llorando? —Carlos se acercó. Tenía dos monitores, uno donde activaba las cámaras para verla, el otro donde trabajo.
—Buscó en todos los regalos, parece que esperaba algo. —Lo vi sonreír.
—Espera esto —sacó una cajita pequeña, al abrirla era un dije—. Pelea con ella misma, pero cuando has educado y entregado amor a tus hijos, no hay modo de recibir odio por mucho tiempo. —Volví a mirar el dije.
—¿Un corazón?
—Sí, cada año le regalo un logro alcanzado, una meta iniciada, algo representativo y ese logro fue cazarte.
Soltamos la risa los tres. No discutiré eso. Mi obstáculo no era una tercera persona en nuestra relación, era un fuerte trauma por algo inesperado. No será nada fácil, pero tampoco iba a rendirme. Samuel Abdala