Gabriela

No demoraba en pasar Sam a buscarme, en la mañana dejamos las maletas listas en su carro. Desde el domingo fue una declaración la que me llenaba de felicidad absoluta. —Verlo hablar con mi madre, cuando sé el miedo que tenía de vivir esa situación. Porque mi mamá tenía una tremenda fama de despiadada si no le agradaba algo. Pero papá me dijo que estaba feliz y eso me tenía rebosante de alegría.

Ya habíamos decidido vivir juntos como pareja. ¡Y no podía estar más feliz con mi relación! —iniciábamos a forjar una relación estable y para el futuro con el hombre que amaba hasta los huesos—. Y mis amigas estaban igual. El miércoles nos reuniremos para ponernos al corriente, nos tomaremos varias horas en uno de los restaurantes de los Villalobos.

—Hija.

—Hola, mami.

—Perdón por presentarme de esta manera, pero desde que vives fuera de mi radar, me cuesta aceptarlo. —sonrió—. Te veo muy feliz y eso me llena de satisfacción.

—Lo estoy, mamá.

—Nunca pensé decir lo que saldrá de mi boca