Chanel:
Ocho de la mañana y por primera vez venía por mi propia voluntad a la casa, abrí la puerta con lentitud, traté de no hacer mucho ruido, la cerradura seguía siendo la misma. Al entrar en el salón principal no vi a nadie, caminé a la cocina y revisé la nevera, no mentiría, tenía hambre, solo un poco.
— ¿¡Qué haces aquí!? — su grito no me alteró, solo sonreí, que imbécil.
— Ah, es el idiota. — me miró de arriba abajo.
— Y tú la puta. — me reí en su cara, era tan patético para los insultos.
— ¿Es lo mejor que puedes decirme? — su molestia era muy notoria en su rostro. — Te creí más inteligente, vamos, te doy otra oportunidad.
— ¡Cállate, puta! — se abalanzó sobre mí, pero antes de que yo pudiera siquiera golpearlo o él a mí, mi padre lo detuvo.
— ¡Suficiente! Deja a tu hermana en paz y te largas. — murmuró con molestia entre dientes.
— ¡Claro a la niña siempre lo mejor!
— Basta envidioso, que no te quieran no es mi culpa. — sus ojos destilaban furia.
— Acabaré contigo. — me burlé