Ambos combates se desarrollaban a la vez.
Mientras el portentoso lobo perseguía al arquero a través del espeso bosque, Umara huía de la furia asesina de Cassandra.
—¡Te destriparé con mis propias manos, maldita! ¡Desde que apareciste mi vida y mis planes perfectos se vinieron abajo!
—¿Llamas perfecto a envenenar a tu propio esposo?
Una expresión de fatalidad cubrió el rostro de la rubia.
—No lo habría hecho si él no me hubiera forzado a ello.
—¿Quién? ¿Tu hermano?- masculló Umara, lanzando bolas de nieve en dirección a Cassandra con la esperanza de mantenerla alejada.
—¡Por supuesto que no, imbécil!- rugió Cassandra, roncamente.- me refiero al infiel de Alessios, aún cuando yo portaba la marca que me convertía en su pareja destinada él fijó su vista en la siguiente mujerzuela que apareció, y la próxima, y la próxima, ¡hasta llenar su harén con esas vacas inmundas!
Umara arrugó la frente.
—A pesar de mis súplicas y lloros, no me prestó ni un ápice de atención. A él solo le importaba cu