Alhajas:
—¡Oh, son divinas!- exclamó Burya.

—Sí, como no...- masculló Sarab, haciendo una mueca de desprecio.

—Ay, egipcia, no hay manera de complacerte. Nunca te gusta nada de lo que nos traen.- protestó Zai.

—Es porque son basura, lo que sobra. Saben tan bien como yo, que Cassandra siempre elige las mejores telas para sí.

En el pabellón de las Lunas reinaba el jolgorio. Las doncellas de la corte habían traído telas multicolores para que las chicas escogieran entre ellas las que utilizarían en la confección de sus respectivos vestidos.

—Es una pena que nuestro amado no nos obsequie con joyas.- comentó Burya en lo que seleccionaba una cedas y tules en colores brillantes.

—A decir verdad…prefiero que no lo haga a que nos coloque una tiara como la de Cassandra o una tobillera como la de Sarab.

—¿Por qué?- preguntó Umara intrigada.

—Pues porque…- comenzó Mem.

Zai sufrió un ataque repentino de tos y su hermana acudió a darle unos golpecitos en la espalda.

—¿Estas bien hermana?- susurró Me
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