Mundo ficciónIniciar sesiónAmelia durmió en sus brazos durante casi dos horas, acunada en la arena fresca de la mañana, protegida por la manta de cachemira y el calor del cuerpo de Luca. Él no se movió. Observó el sol subir, escuchó las olas romper y sintió el peso de ella, viva y respirando, contra su pecho. Era un milagro.
Cuando ella finalmente se movió, un pequeño gemido escapó de sus labios. —Amore? —susurró él. —Me duele... —murmuró ella, su voz aún ronca—. Luca, me duele todo el cuerpo.
Él asintió, su rostro lleno de ternura. —Lo sé, piccola. Has estado en una cama por más de un mes. Tus músculos... Con una facilidad que desmentía su propio agotamiento, la levantó en brazos. Ella era tan ligera como una pluma. &mdas







