Después de terminar con todos los asuntos pendientes, al final recordé el encargo que me había hecho María.
Aunque sabía a la perfección que todo había sido una táctica suya para presionarme, considerando la buena relación que había entre nosotros, sentía que igual debía echarle una mano.
Así que le marqué por celular.
—Si quieres pedirme que haga algo, solo tienes que decírmelo directamente —le dije en cuanto contestó—. No hacía falta que enviaras a Maren y a Jorath a buscarme. ¿De verdad era tan difícil señorita María que me lo pidiera en persona?
Esta mujer, con su aire de frialdad, siempre conseguía que me ardieran los ánimos. Quería bajarle un poco esa maldita arrogancia.
La voz de María, tan fría como siempre, resonó al otro lado de la línea:
—¿Qué pasa? ¿Acaso crees que te estaba asustando? ¿Piensas que no me atrevería a decirle a Jorath que haga algo contigo?
Me reí despreocupado:
—No es que lo crea, es que tú simplemente eres así.
Su respuesta no se hizo esperar, era seca y am