Ese tipo de mujer tan vulgar y cargada de falsedades… jamás podría compararse con Lucía o con Luna. No tenían ni la mitad de su elegancia, ni un gramo de su autenticidad.
Aun así, mantuve la farsa.
—Vale, está hecho entonces —le dije a Zorath fingiendo una sonrisa.
Regresamos cada uno a nuestras mesas, como si nada hubiera pasado.
Apenas me senté, Lucía y Luna me miraron con una mirada de asombro.
—¿Y? ¿De qué hablaron ustedes dos? —preguntó Lucía, cruzando los brazos.
No les oculté nada. Les conté todo lo que había dicho Zorath, palabra por palabra, sin ocultar lo desagradable de sus comentarios.
—Lucía —le dije:— necesito que me ayudes. Vamos a atraer a ese bastardo a algún lugar apartado. Quiero darle una lección que nunca olvide.
Ella se quedó pensativa por unos minutos.
—No sé… ese tipo está como loco últimamente. Si lo golpeas, puede devolverse contra ti y hacer un gran escándalo.
—No me importa. Después de la forma como te habló y, te miró… no puedo quedarme tan tranquilo de bra