Me sentí bastante incómodo con la situación.
Con las mejillas ligeramente sonrojadas, me aclaré la garganta y le dije:
—Tú debes de ser Alicia, ¿verdad? Soy Óscar.
Ella saludó, con los ojos aún enrojecidos, se notaba de que había estado llorando.
—Lo sé. Pasa.
Tomé mi equipaje y entré en el departamento.
El interior estaba hecho un desastre, como si hubiera pasado un huracán en este lugar.
Hice mala cara, sorprendido por el estado del lugar, y pregunté:
—¿Qué ha pasado en este lugar? ¿Acaso entraron ladrones?
Alicia dejó escapar una risa amarga y respondió con desprecio:
—No. Fue ese desgraciado. Vino a la casa y terminamos fue peleando.
Mi expresión se endureció cada vez más al escuchar eso.
—Esto es completamente inaceptable. ¡Si él fue el que hizo todo mal, ¿cómo fue que se atrevió a venir a buscarte y ponerte las manos encima?!
Suspiré enojado y dejé mi equipaje a un lado.
Luego, sin pensarlo demasiado, empecé a recoger y organizar el desastre que había en la sala.
Alicia se dejó c