Sentí como si hubiera agarrado de repente una tabla de salvación, y desesperado grité hacia afuera:—¡María, por favor, sálvame...Apenas había gritado, cuando alguien tapó mi boca con fuerza.Sabía muy bien que esa era mi oportunidad de ser rescatado, y no podía rendirme tan fácilmente.Con todas mis fuerzas, mordí esa mano que me tapaba la boca.El hombre gritó de agudo dolor y asustado retiró la mano.No perdí tiempo y volví a gritar hacia afuera:—¡Hay alguien en mi habitación, entra y sálvame!Grité varias veces, pero de repente, afuera se hizo un silencio absoluto.Eso me llenó de completo pánico. ¿Qué había pasado? ¿Acaso María ya se había ido?Volví con todas mis fuerzas a gritar:—¡María, señorita María, ¿sigues ahí?El tipo se acercó sigiloso a la puerta, puso su oído contra ella y, con una sonrisa maliciosa, dijo:—Lo siento mucho, parece que tu heroína se ha ido.¿Es en serio? ¿María realmente me dejó solo? Mi corazón se estremeció de golpe, como si cayera al fondo de un ab
María tal vez esperaba que, reaccionara en su contra y, por el contrario le expresé mi gratitud.Su rostro se mostró algo extraño, incluso incómodo.Luego, con frialdad, continuó:—Suéltame, no olvides que tu mujer sigue aquí.Solté a María con una sonrisa algo burlona, pero no pude evitar que un fuerte nudo de emoción me apretara la garganta.Porque me di cuenta de que, probablemente, María había notado que estaba en peligro y había venido a rescatarme.De lo contrario, no habría traído a un guardaespaldas consigo.Aunque siempre discutimos y nos molestamos mutuamente, cuando realmente estuve en peligro, ella vino a salvarme sin pensarlo dos veces.Ahora entendía con claridad por qué esta mujer siempre se dedicaba a criticar a Viviana, mientras que Viviana nunca parecía molestarse.Era porque Viviana sabía perfectamente que María, aunque era una mujer obstinada y con una lengua muy afilada, en realidad tenía un corazón muy bueno.En ese preciso momento, estaba tan asustado que realmen
Aunque el tipo estaba aterrorizado, todavía intentaba aferrarse a una esperanza:—¡Humm! ¿A quién pretendes asustar con eso? Dices que vas a dejarme vuelto nada, pero perro que ladra no muerde.María no perdió tiempo y dio la orden sin rodeo alguno.Jorath sacó con destreza un cuchillo, uno de esos militares, con una hoja extremadamente afilada y que causaba una impresión escalofriante.Con una calma inquietante, Jorath se acercó silencioso al tipo con el cuchillo en la mano.El tipo empezó en ese instante a temblar, sus piernas le fallaron de puro miedo.—¿Q-qué... qué vas a hacer?—Yo tengo negocios con el señor Mikel. Si muero aquí, seguro que Mikel investigará, y todos los que están aquí no se salvarán...—¡Ah!Antes de que pudiera seguir hablando, Jorath levantó el cuchillo y, en un solo movimiento, le cortó una de las orejas al tipo.La escena fue tan impresionante y, satisfactoria, que sentí cómo mi sangre hervía de emoción.Sé que todos los hombres, de alguna forma, tienen un s
—Está bien, está bien, ya sé que todo esto es culpa de Viviana, pero al fin y al cabo, ¿ustedes no son buenas amigas? Si algo le pasara a Viviana, ¿de verdad no te sentirías triste en lo absoluto?Esta vez, María no dijo nada al respecto, porque realmente no sabía cómo replicarme.Aunque se negaba a admitirlo en ese momento con palabras, solo ella sabía lo mucho que le preocupaba la seguridad de Viviana.María no quería mostrarlo frente a los demás, pero en lo profundo de su corazón, nadie la conocía mejor que ella misma.Sin responder, María simplemente giró sobre sus talones y se marchó, con el rostro oscuro de enojo.Miré a mi cuñada y a Luna, cuyos rostros aún reflejaban el miedo de lo ocurrido.Me acerqué silencioso a ellas y las abracé:—Todo está bien, ya todo se ha resuelto.Luna no pudo evitar sollozar, las lágrimas caían desbordantes de sus ojos:—Óscar, tenía tanto miedo, de verdad, muchísimo miedo...—Lo sé, ya lo sé todo.Aunque mi cuñada no dijo nada, su expresión dejaba
—Ella es Carla, ella es la mejor amiga de nuestra jefa—, le expliqué en detalle a mi cuñada y a Luna sobre la identidad de Carla, luego me acerqué silencioso a la puerta y la abrí.En cuanto Carla entró, el corazón comenzó a palpitarme a mil:—¿Dónde te has lastimado? ¿Sigues bien en tus funciones principales? ¿Todavía puedes...?Carla vino urgente acompañada de la jefa.Y con mi cuñada y Luna allí, ella no dejó de tocarme de esa manera tan sucia, lo que me hizo sentir tremendamente incómodo y avergonzado.De inmediato aparté su mano:—No es nada, solo unos raspones, estoy bien.Mientras hablaba, de manera inconsciente miré a la jefa y a Luna, y ambas me miraban con una expresión algo extraña.Me sentí nervioso, temiendo que pudieran notar algo raro.Parece que Carla no se percató de ello, porque volvió a acercarse sin pensar:—¿Raspaduras? ¡Mira cómo has quedado! Pareces un perro dálmata, ¡la verdad te ves horrible!—Y dime, ¿quién fue el que te dejó así? ¡Voy a arrancarle la piel!—N
—¿Ah? ¿Quién eres tú?— Carla miró a mi cuñada, sin lograr recordar en ese momento quién era.Yo también estaba bastante curioso por saberlo, ¿cómo es posible que mi cuñada conozca a esta mujer?Mi cuñada sonrió y dijo:—Nosotras presentamos el examen juntas, y además, trabajamos en la misma empresa.—En aquel entonces, hasta compartimos habitación en el dormitorio.—Me llamo Lucía, ¿te suena?—¡Lucía! Ese nombre me resulta muy familiar… Ah, ya recuerdo, ¡eres tú! Ahora que lo dices, ¿por qué dejaste de enseñar después de haber aprobado con tan altas calificaciones el examen?Resulta que mi cuñada y Carla se habían presentado al mismo examen para ser profesoras, pero mi cuñada, al casarse, dejó la carrera docente.Carla, con cierto pesar, le dijo:—¡Vaya, que difícil fue conseguir el puesto! ¿Por qué te casaste tan pronto? Si no lo hubieras hecho, ahora seguro que ya serías profesora titular.Ahora ser profesora titular significaba un salario excelente y una completa estabilidad, con un
Corrí tras ellas, pero no pude ni asomarme para intervenir.Mi cuñada y Carla hablaban con mucha animosidad, como si no se cansaran de hablar.Luna y la jefa también parecían llevarse muy bien, se reían y disfrutaban de la conversación.La verdad yo me sentía como un intruso, sobrando por completo, y me invadió al instante una gran frustración.Tantas mamacitas, tantas bellezas, y yo no era capaz siquiera de quedarme con ninguna. Qué inútil me sentía.Aunque me sentía molesto por dentro, traté en lo posible de seguirlas como si nada.Aunque no pudiera intervenir, al menos ver a esas mujeres era un placer visual.Las seguí obediente hasta el restaurante.Mi cuñada había pedido una gran sala privada para que todos pudiéramos disfrutar con agrado del ambiente sin preocuparnos.Las cuatro mujeres seguían conversando y riendo animadas en la sala, y yo seguía sin poder decir una palabra.Un rato después, vi a María y Natalia aparecer.Sentí que había encontrado un salvavidas y me apresuré af
Luna y la jefa eran más bien de temperamento suave y reservado, pero aún así se unieron al juego.Mientras se entretenían con el juego de dedos y bebían, parecía que Luna y la jefa no tenían mucha suerte; perdieron varias rondas seguidas.Temí que si seguían bebiendo de esa manera terminaran pasándose de copas, así que me levanté rápidamente y dije:—¿Pues qué les parece si, a partir de ahora, yo me encargo de beber el alcohol de Luna y la jefa?—¡Vaya, vaya! Qué caballeroso, ¿no? Entonces, ¿por qué no te tomas también mi copa?— Carla de repente me lo soltó en tono burlón.Golpeé mi pecho con una amplia sonrisa y respondí:—Claro, no hay problema, si quieren, me pueden dar todas sus copas y listo.María me lanzó una mirada fulminante:—Qué pesado eres, ¿eh? Nosotras estamos aquí para disfrutar bebiendo, y si tú tomas toda la bebida, ¿qué vamos a hacer nosotras, entonces?Natalia, haciéndole eco a María, agregó con firmeza:—¡Sí, sí! Esa botella cuesta miles de dólares, ¿y tú pretendes