Con agilidad, varios hombres corrieron hacia ellas y atraparon en un santiamén a mi cuñada y a Luna.
Al ver lo atractivas que eran, los lascivos hombres no pudieron evitar aprovecharse de la situación mientras las sujetaban.
Vi cómo mi cuñada y Luna estaban siendo capturadas, y una furia indescriptible se apoderó enseguida de mí. Grité desesperado con todas mis fuerzas e intenté levantarme.
Sin embargo, había demasiados de ellos. Ni siquiera tuve tiempo de ponerme de pie antes de que me volvieran a derribar.
Uno de los tipos incluso puso con violencia su pie sobre mi espalda, inmovilizándome por completo.
Ese bastardo se acercó y, con una sonrisa socarrona, me dijo:
—¿Te divertiste dándome esa golpiza? ¿Verdad? ¿Aún así te siguió gustando, eh?
—¡Hijo de puta! Si te atreviste a hacerle algo a ellas dos, te aseguro que no te voy a perdonar—, le respondí entre dientes, mirando al desgraciado con odio.
El tipo no tardó en darme una bofetada, y luego, tirando de mi cabello, forzó un poco mi