Recorrí ansioso toda la zona cercana, pero no encontré nada.
La preocupación me invadió por completo. No podía dejar de pensar si algo malo le había pasado a Luna o tal vez a mi cuñada.
Llamé con insistencia a los dos celulares, pero nadie respondía.
Estaba completamente desesperado, hasta que, de repente, escuché un terrible grito de auxilio:
— ¡Ayuda! ¡Alguien, por favor, ayúdame!
Era la voz de Luna.
Asombrado, miré hacia la dirección de donde provenía el sonido y vi ene se instante a Luna, con la ropa desordenada, corriendo y gritando.
El corazón se me subió a la garganta. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ella.
— Luna, ¿qué pasa? ¿Qué ocurrió? ¿Y mi cuñada?
Luna, al ver que la alcanzaba, se lanzó desesperada a mis brazos, llorando y entrecortada:
— Estábamos en el spa, con tu cuñada, cuando un hombre comenzó a acosarnos. No le dimos importancia al principio, pero después, cuando terminamos de bañarnos y fuimos a tomar algo, él puso algo en nuestras bebidas. Quiso tocarnos a ambas