No podía entender por qué Raúl había decidido llamar a mis padres. ¿Qué ganaba con eso? Y lo peor, ¿por qué tenía que difamarme de esa manera?
Saqué su número de la lista negra y lo llamé de inmediato:
—¿Qué te sucede Raúl? ¿Por qué llamaste a mis padres y, encima de todo, dijiste esas cosas sobre mí?
Raúl respondió con calma, como si no hubiera hecho nada malo:
—Lo que les dije a tus padres y a tu madre no tiene nada de malo. Dime, ¿acaso mentí en algo?
—No importa si lo que dijiste es verdad o no. Lo importante es que jamás deberías haberlos involucrado en nada. ¡Eso está mal!— le grité, furioso.
De repente, Raúl rompió en gritos y llantos:
—¿Crees que me gusta hacer esto? ¡Fue tu culpa! ¿Quién te dijo que prometieras algo y luego no cumplieras?
—¿De qué estás hablando? ¿Cuándo no cumplí con mi palabra?
—¡Todavía tienes el descaro de gritarme! Déjame recordarte. Esta mañana, cuando fui a buscarte, ¿qué me dijiste? Me prometiste que hablarías con tu cuñada y luego me darías una respue