Escuché que la voz de Sofía sonaba bastante preocupada, así que no lo pensé mucho y corrí rápidamente hacia el cuarto secundario.
—¿Qué es lo que te pasa? — le pregunté con preocupación.
Sofía respondió: —No sé qué le pasa a mi celular, de repente se quedó congelado y no puedo apagarlo. ¿Puedes ayudarme a verlo?
Ya entendía de qué se trataba.
—Está bien, dame el celular y lo reviso—, le dije.
Tomé el celular de Sofía y comencé a trastear con él.
En poco tiempo, logré arreglar su celular.
Sin embargo, no me apresuré a devolvérselo. En mi mente comenzó a surgir una idea traviesa.
Me estaba preocupando porque no sabía cómo guiar a Sofía.
¿Qué tal si le descargo algunos videos porno en su celular y, sin querer, los reproduzco? Tal vez, por curiosidad, Sofía decidiría hacer clic y verlos.
¡Esa es una buena idea!
De esta manera, evito cualquier tipo de incomodidad entre los dos, y además le enseño a Sofía lo que necesita saber.
¡Es un dos por uno!
Pensé que este método era muy factible, así