Rápidamente le respondí: —Hermano, no tienes en serio que ser tan cortés. Como ya te lo prometí, cumpliré con mi palabra.
—Entonces esta noche no vayas a ningún otro lado, ven con nosotros al evento de la fiesta.
No pude decir mucho más, así que simplemente asentí y dije: —Está bien, lo hare.
Mi hermano sonrió y me dio una palmada en el hombro, indicándome que me levantara para comer.
Hasta ese momento seguía un poco confundido. ¿En verdad voy a ayudar a mi cuñada a quedar embarazada? Por qué siempre yo de pendejo y por buena gente termino en situaciones tan absurdas.
En ese momento, desde fuera, se escuchó la voz de mi cuñada: —Óscar, apúrate y levántate para desayunar.
—¡Oh, ya voy! — respondí rápidamente.
Pensé para mí mismo, —No importa, ya veremos qué pasa. Un paso y un problema por resolver a la vez.
Salí de la habitación.
Mi cuñada ya había preparado un desayuno abundante, con un aspecto delicioso y fragante.
—Óscar, esta paella es para ti, come más para que repongas fuerzas, —