Sin embargo, parecía que el exnovio de María, ese hombre tan despreciable, no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente y continuó acosándola.
—Está bien, acepto que hice algo imperdonable contigo, y tú también lo hiciste conmigo. ¿No estamos a mano entonces?
Cuando ese hombre pronunció esas palabras, María quedó totalmente atónita.
Y yo, como espectador, tampoco podía creer lo que escuchaba. ¿Desde cuándo las relaciones se miden con un cálculo tan absurdo como ese? Todo esto era simplemente algo ridículo.
Decidí observar a María para ver cómo respondería a semejante tontería.
De repente, María estalló en una carcajada que resonó en el pasillo.
Reía con tanta fuerza que tuvo que sostenerse el abdomen, y hasta las lágrimas se le escapaban.
El idiota, en su mundo de fantasía, pensó por un momento que María estaba suavizando su postura.
Sonrió ampliamente y, en tono zalamero, dijo: —¿María, eso significa que me perdonas? ¡Sabía que en el fondo eres demasiado buena conmigo