Mi espíritu siguió a mi cuerpo al laboratorio, y pronto llegaron los tres. Quizás por legalidad, el hombre de bata blanca sacó un documento y se lo entregó a papá. Me acerqué a mirar: era un formulario de donación voluntaria de cuerpo. Sonreí irónicamente; al menos intentaban mantener las apariencias legales, cuando pensé que actuarían completamente fuera de la ley.
Después de firmar, comenzaron a abrir mi cráneo para extraer mi cerebro. Me acerqué a mirarlo antes de que lo colocaran en la máquina. Les entregaron unos conectores: —Colóquenselos en las sienes. Esto les permitirá sincronizarse y ver las experiencias del donante desde su infancia.
Los tres se los pusieron ansiosamente mientras la máquina comenzaba a funcionar. Ya no tenía curiosidad por revivir mi vida, pero curiosamente podía ver a través de sus mentes cómo percibían los eventos. Me preguntaba cómo reaccionarían al descubrir la verdadera naturaleza de Naiara. ¿Sentirían algo de remordimiento por mi muerte? ¿Alguna compas