Observé cómo los tres quedaron en silencio instantáneamente mientras me recostaba en el sofá. Qué buen sofá, en todo el tiempo desde mi regreso nunca pude sentarme en él. Cada vez que intentaba acercarme, Naiara ponía una expresión lastimera, y Erik, ahora silencioso, solía estallar repentinamente, señalándome y gritando. Papá, que rara vez estaba en casa, prefería no involucrarse en estos asuntos, y mamá, aunque callada, me miraba con reproche.
Aun cuando Naiara se atragantaba comiendo, de alguna manera terminaba también siendo mi culpa, hasta que finalmente solo podía llevar mi comida a mi habitación. Al principio de mi regreso, la familia no era tan cruel; me tomó un momento recordar cuándo todo empezó a cambiar.
Fue desde la primera vez que vomité en la mesa del comedor, desde que Naiara "tropezaba" cada vez que yo pasaba cerca, porque no usaba la ropa nueva que me compraron, porque siempre llegaba tarde a casa. Ya no puedo distinguir la razón exacta; parecía que desde el momento e