Punto de vista de Rafael
Me quedé en el garaje mucho después de que el coche de Belén desapareciera en la esquina.
Las manos todavía en los bolsillos, la mandíbula apretada. El sabor de su pintalabios seguía en mi boca y quería borrarlo, pero no lo hice.
¿Qué demonios estaba haciendo?
Nueve días. En nueve días me casaría con ella. Estaría en un altar delante de doscientas personas y le prometería un para siempre.
Un para siempre que no estaba seguro de poder darle.
Me giré y volví al edificio, subí en ascensor a mi planta. Las puertas se abrieron y vi a Teresa inmediatamente: la cabeza inclinada sobre su escritorio, tecleando furiosamente como si nada hubiera pasado.
Como si Belén no acabara de marcar su territorio de la forma más evidente posible.
Pasé junto a su escritorio sin hablar y cerré la puerta de mi despacho. Me senté ante el escritorio y miré los recipientes de comida que Belén había dejado, la comida cara que apenas había probado.
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El resto del día se arrastró con una l