— De verdad que no me siento tranquilo dejándola sola en casa. — dijo Jorge.
— ¡Ay, hermanito! Pero yo en cambio me escapé de casa varios días y ni te importó. Hace mucho que no hablamos como antes, y en serio que tengo muchas cosas que contarte. ¿Por qué no y platicamos y me ayudas a dormir, así como cuando éramos niños? Nos vamos juntos mañana, ¿sí? Te prometo entonces que aceptare a Amanda, ¿no puedes tratarme un poquito mejor?
Jorge pensó en lo duro que había sido con Catalina últimamente, así que accedió a quedarse.
Pasó un buen rato conversando con Catalina, hasta que ella finalmente se quedó dormida. Ya eran las doce de la noche.
— En lugar de quedarse en el hotel, Jorge decidió bajar al auto y se sentó en él.
Abrió la aplicación de seguridad de la casa para ver a qué hora había llegado Amanda y qué había hecho. Aunque estaban en guerra de silencio con ella, él seguía pendiente de cada movimiento suyo. Sabía que espiar no estaba bien, pero no podía evitarlo hacerlo.
— Sin embarg