—¿Qué sabemos de este tipo?
—Un hombre de la zona, diácono en su iglesia, con casa en las afueras y trabajo de obrero. Sin antecedentes.
Olí la cama y la almohada, y el olor a humana era intenso. Quienquiera que fuese, mi amigo había venido a sacarla y luego la había llevado a su habitación. Era estúpida o lista, y yo no apostaba por la estupidez. —Entonces, por lo que he visto, deberíamos estar buscando a un asesino profesional de un metro sesenta y cinco que vino a buscar a esta mujer. Es ella la que está desaparecida, ¿verdad?
Él asintió. —¿Cómo lo supiste?
—Porque el asesino ignoró a las chicas de las otras habitaciones y fue directo a esta. Si el muerto no era el objetivo, la mujer sí lo era.
—Mierda.
Sí. Se equivocaron de persona, porque contratar a alguien con ese nivel de habilidad no es barato. Sea quien sea, sus padres son ricos o tienen contactos, y apuesto a que tienen contactos.
—Vamos, necesitamos hablar con mi jefe.
Lo seguí, intentando decidir qué hacer. Necesit