Al llegar a la Casa Moras, lo primero que vi fue a mi mamá en el sofá, riendo a carcajadas mientras revisaba algo en su teléfono.
—¿Qué ves, mamá? Te ríes como loca —le dije con una sonrisa, mientras me servía una taza de café.
—¿Qué va a ser? ¡A tu encantador exmarido y su noviecita perfecta! —Me extendió el teléfono y comentó, divertida—. Tienes que ver los comentarios; son justos y necesarios.
Tomé el celular. La pantalla mostraba el perfil de Eva en redes sociales, donde los comentarios ya eran una avalancha de reclamos y desprecio.
"¿Así que la amante es ella? No puedo creerlo…"
"¿Qué clase de persona destruye un matrimonio y luego finge ser la víctima? ¡Fuera de la industria!"
"¿En serio tiene fans? Tienen que estar ciegos…"
"¡Basta de ídolos tóxicos! ¡Eva, fuera del entretenimiento!"
…
Pasé algunos comentarios. La mayoría eran insultos y descalificaciones para Eva. Mi mamá no había perdido su toque: la campaña de desprestigio había resultado perfecta.
—Escuché que la agencia de