Aquella mañana el cielo nuevamente amanecía de color gris. Las pesadas gotas de lluvia caían sobre el pavimento humedecido, haciendo un ruido fácil de reconocer. Los pájaros se escuchaban cantando a lo lejos, refugiados de la insistente lluvia que no parecía tener la intención de detenerse, y Adalet, miraba con rostro serio a la enfermera que había contratado específicamente para cuidar de su madre adoptiva.
—Listo, esto la ayudara a calmar el dolor —
La pelirroja miraba a su madre con los ojos cerrados, estaba durmiendo, o al menos, eso parecía.
—¿Cuánto más? — pregunto Adalet hacia la nada y con los ojos perdidos en ella.
La enfermera miro a la mujer con un gesto lastimero; sabia que se refería a cuanto más estaría sufriendo su madre, pero para aquel tipo de preguntas no existía una respuesta, al menos no una que pudiese brindar consuelo.
—No lo sé — respondió la enfermera honestamente. — Pero si le soy sincera con mi opinión profesional, no creo que pueda resistir mucho más…lo lame