—Tiene una cintura delgada, piernas largas y la piel clara y suave.
—Salvo un par de defectos, tiene usted un cuerpazo. No es de extrañar que sea azafata.
Me recosté en la camilla con las mejillas encendidas, el pantalón desabrochado y toda la ropa abierta.
Mis piernas temblorosas colgaban sobre los hombros del doctor, aquel papacito que tenía enfrente.
Sus manos grandes, ásperas y calentitas quemaban al contacto y no dejaban de explorar mi cuerpo, haciéndome sentir un deseo ardiente sobre mi piel …
—Um… doctor Leclair… —susurré con la voz entrecortada—, ¿qué hay de esos…"defecticos" míos?
Jadeé intentando contener el temblor que me recorría.
Él solo esbozó una sonrisa pícara, denotando fuerte seguridad en sí mismo.
—Relájate. Todas mis pacientes salen perfectas de aquí.
Después sacó un frasco del bolsillo y, con sus dedos expertos, tomó un generoso trozo de aquella pasta pegajosa y brillante que extendió en mí con una lentitud deliberada.
Me llamo Jennie Rinaldi, soy azafata.
Lo que más me gusta de mí es mi cara bonita, mis piernas y brazos largos y firmes. Pero vivimos en un mundo obsesionado con la perfección, y yo no era la excepción. Cada vez que lo recordaba sentía un sinsabor que me dejaba cabizbaja y pensativa. Mido 1.75 y peso 57.5 kilos, no estaba mal pero allí seguían aquellos comentarios de mis exnovios.
—Eres bonita, Jennie, pero te falta… algo, —la mirada se me iba directo a los senos.
Por eso uso almohadillas gruesas, incluso en el verano, aunque el calor me cause sarpullido. Todo para escuchar de algún intrépido:
—¡No jodas! Jennie está buenísima, y tiene unas tetas.... Su novio debe estar en el cielo.
Sin embargo, la aerolínea había cambiado los uniformes hace poco, y con ello, la posibilidad de usar las almohadillas de relleno.
Y ahí me puse a pensar en operarme, ponerme implantes, hacerme linda aunque sea de mentiras. Luego escuchaba aquellas noticias de los implantes que se mueven, migran a otras zonas o se deforman y convierten en tumores; peor aún, aquellos que explotan en pleno vuelo... me dejaron muy preocupada, estrellándome de frente con la realidad.
Si algo sale mal, no sólo pierdo la vida, también quedo como un chiste, y ni muerta me dejarían en paz.
Sacudí la cabeza para sacarme esa locura de la mente sin poder evitar sentirme un poco frustrada. ¿Todo eso que trabajé para parecer interesante y bonita se tendría que ir a la basura?
—¡Guau! Josie, ¿cómo hiciste para… crecerlas tanto? ¡No me digas que es natural! ¿Espera… te las operaste? Dime la verdad. ¿Vas a contarme o no? ¡Vamos, suéltalo ya!
Las voces de Valerie Solís y Josie Neri hablando resonaron en la cabina mientras yo doblaba las toallas.
—Hey, Valencia, ya, te juro que no me operé las tetas. Esto es natural, es…
No alcancé a escuchar el resto, pero en eso vi a Josie saliendo de la zona de descanso.
Seguía con la misma cara simpática, pero ahora con unos senos que desafiaban la gravedad y captaban las miradas a metros de distancia, —copa D, mínimo— convertían su silueta en algo… hipnótico.
Tengo que admitir que, con esas tetas nuevas, Josie está mil veces más guapa.
Antes era discreta, casi invisible, ahora irradiaba sensualidad. Como un plato de arroz convertido en banquete gourmet.
—Eh… Josie, espérame esta noche. Necesito preguntarte algo…
Tenía la cabeza revuelta. Por un lado, no quería que nadie más se enterara de lo que estaba pensando, pero por otro, me moría de ganas por saber cómo lo había hecho, todos los detalles. .
—Ah, sí Jennie, no hay problema.
Cuando escuché lo que dijo Josie, volví a mirar sus tetas grandes. Ella mide 1.68, así que apreté los puños y decidí qué iba a hacer, mi corazón latía con fuerza, sentí con fuerza que valía la pena arriesgarse.