Había un par de siluetas en el sofá. Ambas me eran conocidas.
Jayden y Josie.
Estaban teniendo sexo como si no hubiera nadie más, tan metidos en lo suyo que parecían haber olvidado que yo estaba durmiendo en la cama de al lado.
—Jayden, ¿no crees que Jennie nos va a oír?
—Shhh, cierra la boca… —gruñó, ahogando sus palabras con un beso—Bebé, si bajas la voz, no te oirá. ¿Por qué de repente me buscas hoy? ¿No dijimos el martes?
—Te echo de menos. ¿Por qué dejaste que Jennie subiera una foto de ustedes, pero no yo?
—Ella es mi novia, ¿tú qué eres?
Era como si pensaran que no me daría cuenta de lo que decían porque estaba borracha.
Solo tomé un poco de más, no es que esté muerta.
Al oírlos, sentí como si me hubieran tirado un baldado de agua fría en la cabeza.
Resulta que los dos tenían un plan.
Me pregunté por qué Jayden siempre decía que trabajaba hasta tarde los martes.
Era cierto que sonreía de una forma sospechosa, porque me acordé de cómo lo contacté al principio, de la misma forma.