Capítulo 2
—¿Cómo? ¿Un masaje? ¿En serio funciona?

—Claro que sí. Ven conmigo y verás. Jennie, no te mentiría, pero no se lo cuentes a nadie más.

Cuando Josie me dijo que había encontrado un masaje que agrandaría mis tetas sin efectos secundarios ni complicaciones, me quedé impactada, hasta casi me atraganté con las babas.

Tomó mi mano y la puso sobre sus pechos suaves.

—¡Ay! Jennie, ten cuidado.

La sensación me sorprendió, y no pude evitar apretarlas con las manos. Un estremecimiento me recorrió al apretarlas, la textura era tersa bajo mis palmas, pero insignificante comparada con los senos voluptuosos de Josie.

En ese momento, pensé que sí se sentía bien y me dije a mí misma que era una idea genial.

—Bueno, entonces, ¿puedes recomendarme a este doctor? Yo… tengo una amiga que está sufriendo mucho.

Sonreí un poco nerviosa y saqué el celular para pedirle a Josie la dirección de aquella clínica.

No me había dado cuenta de que esa clínica no era tan como otras clínicas de cirugía plástica que había visto antes.

Era hasta un poco gracioso y tierno. El primer artículo en la página oficial decía que eran una institución con historia, a la que solo le faltan 95 años para su primer centenario. Mostraban testimonios de mujeres sonrientes, casos exitosos de modelado con masajes. En una foto reconocí el tatuaje de Josie junto a un escote que antes no existía, aunque no se le veía la cara, estaba segura de que era ella.

Los comentarios positivos estaban por todas partes, lo que me animó a tomar la decisión de ir a probar el masaje para aumentar mis pechos.

Decidida y expectante, en mi día libre me armé de valor y fui a la Clínica de Masajes.

—Hola, tengo una cita con el doctor Leclair.

Susurré a la recepcionista. Ese día me puse el sombrero de ala ancha bien ajustado y un tapabocas en la cara.

Antes de que pudiera responder, una silueta bien grandota de unos uno con ochenta de altura se alzó frente a mí, era un tipo vestido con una bata blanca.

—Hola, ¿Jennie Rinaldi, verdad? Tienes una cita para masaje y remodelación corporal, ¿no? Soy Jayden Leclair, por favor, sígueme.

El tipo agarró mi bolso con su mano grande y luego me acarició el hombro con su otra mano, cálida y ancha, y me condujo a la sala de consultas.

En la sala de consultas, El sudor perlaba mi nuca, me sentía avergonzada y nerviosa, su sola presencia me invadía con un cosquilleo desde la punta de los pies a lo alto de mi cabeza.

—No tiene por qué estar nerviosa, señorita Rinaldi, —dijo riendo suavemente—,estoy acostumbrado a esto, no diferencio entre hombres y mujeres. Si te sirve, imagínate que soy un ciego.

—Un ciego demasiado guapo, —murmuré para mis adentros. Jayden vio que estaba tensa porque él era médico, pero me calmó rápidamente sonriendo y quitándose el tapabocas.

Verlo de esta manera me dejó perpleja, estaba todavía más guapo, con sus cejas gruesas y ojos brillantes- Su mirada era pícara, parecía sonreír todo el tiempo, tenía unas pestañas largas que lo hacían ver más dulce, una nariz recta y labios rosados y saludables.

Estaba sorprendida, y sin pensarlo susurré: —Incluso ciega podría sentir su mirada.

Después de escuchar mis palabras, Jayden sonrió y amablemente se puso los guantes, señalando la camilla a un lado.

—Muchas gracias por los cumplidos, señorita Rinaldi. Ahora, quítese la ropa y acuéstese en la camilla.

Me dio vergüenza desabrocharme toda la ropa, tumbarme. Cuando estaba ahí acostada, se me escapó un suspiro suave.

El doctor Leclair recorrió sus dedos expertos por cada centímetro de mis pechos, deteniéndose en mis pezones erectos. Solo sentí mi cara enrojecerse y una sensación extraña en la parte baja de mi cuerpo.

Pero luego, Jayden se tensó y su expresión se nubló, no pude evitar preocuparme un poco.

—¿Qué es lo que pasa? doctor Leclair, ¿no sirve el masaje?

—¿Ah? Señorita Rinaldi, no puedo ver bien los puntos de masaje así, parece que deberías tener otros problemas ginecológicos.

Lo que dijo me puso nerviosa. Me senté rápidamente y lo miré.

—¡Ah! ¿En serio? No, yo… estoy muy limpia… yo…

Me miró tranquilizándome, y agitó la mano dándome a entender que todo estaba bien.

—No te preocupes, señorita Rinaldi, no me refería a eso, sólo estaba suponiendo. Puedo hacerte un examen más completo. Este estado no es ideal para encontrar problemas. Ahora bájate los pantalones y arrodíllate aquí, te echaré un vistazo. —ordenó con voz serena, señalando el borde de la camilla.

Al escuchar eso, no pude evitar preocuparme, después de todo, hacía meses que no me venía la regla a tiempo, y de noche...

Seguí sus indicaciones temblorosa, con las manos sobre el pecho, abrí las piernas y me arrodillé en una postura incómoda, sentí como mis nalgas rozaron su entrepierna al colocarme en posición.

—No te pongas nerviosa, esto es para ver cómo están los senos cuando están en posición horizontal, para encontrar mejor los puntos de masaje. Después te haré un chequeo ginecológico gratis.

Después de decir esto, Jayden apartó mis manos que cubrían mis senos, y sus grandes palmas comenzaron a frotarlos suavemente, mientras murmuraba pensativo.

Mi cuerpo sensible no pudo evitar soltar un pequeño gemido. Se sentía suave y relajante, y hacía mucho tiempo no tenía esta sensación, y eso, junto con la atractiva cara del doctor Leclair, me empezó a confundir un poco.

—Jennie, no puedes estar pensando en eso con el doctor Leclair, ¡él es un ángel!

Me reproché , pero estaba difícil no pensar en ello, porque para poder sujetarme mejor con ambas manos, se arrodilló en la camilla, justo detrás de mí.

Quizá porque yo soy pequeña, el doctor Leclair tuvo que presionar toda su espalda contra mis nalgas para agarrarme bien.

Incluso sentí la cremallera de sus pantalones rozando mi ropa interior. Lo que era peor, su aliento me acariciaba la nuca. Cada tacto suyo me hacía sentir un calor recorrer todo mi cuerpo. Balbuceé, pero sus manos ya empujaban mis muslos abiertos.

—Ah, doctor Leclair, eso… ¿Ya terminó el examen? Yo…

Susurré su nombre una vez más, pero no recibí respuesta. De repente, sentí sus manos alejarse de mi cuerpo.

En la silenciosa sala de consultas, lo único que oí fue el sonido de una cremallera abriéndose y entonces, se heló mi sangre.

Quise voltear para verlo, pero mis brazos no aguantaban el peso y mi cara se presionaba contra la camilla.

—Señorita Rinaldi, relájese, el examen apenas va a comenzar.

Poco después, la voz grave y profunda de Jayden se sintió desde lejos, seguida de un fuerte apretón en mi cintura, y luego una sensación fría cuando me bajaron la ropa interior, y un objeto duro se levantó.

—¡Ah! ¡Jayden!

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