TIENE SU OLOR

De alguna manera el hecho de que Fátima apareciera en mi vida o yo en la de ella, ya no se ni cómo fue, el punto es que eso me sacó de mis cavilaciones un poco, tenía el pretexto perfecto para dejarme caer y hundirme en una depresión que con seguridad me llevaría al lado de Julián muy pronto. Sin embargo volver a encontrarme con esa chica y saber lo que ha pasado me hace sentir miserable, por haberme sumido en mi egoísmo y mi dolor sabiendo que ella estaba mal, que necesitaba ayuda y no la ayudé, se quedó sola con su hijo y tuvo que pasar mil cosas para seguir estudiando, para permanecer de pie y no rendirse.

Eso mismo tenía que hacer yo, no rendirme. Por mis hijos tenía que luchar día a día.

De alguna manera lo estaba haciendo, salir de la cama todas las mañanas implicaba un esfuerzo sobrehumano. Me recordaba que estuve a punto de que me quitaran a Emilio, que Vera estaba atada a mi, que Julián había dejado el despacho en mis manos. El trabajo de toda su vida y yo necesitaba con urgencia encontrarle sentido a mi vida para poder tomar todo eso en mis manos. Hacerme cargo de Emilio como lo hacía antes, demostrarle a Vera que estoy bien para vivir sola y no dejar caer el despacho.

Salía por las tardes a caminar a la plaza de armas, a Emilio le gustaba ir a ver a los payasos. Aquellos que tiempo atrás yo también disfrutaba de su show y ahora era mero compromiso el que me llevaba allá. 

Una tarde, mientras estaba en aquella plaza cuidando de mi hijo que se fue a sentar hasta adelante, sentí una mano posarse sobre mi hombro derecho.

-Hola -me saludó y me dio un gusto enorme verlo.

-Alberto ¿Cómo estás? -Me levanté para abrazarlo.

-Bien, muy bien. Tú ¿cómo vas?

Hice de tripas corazón y aguanté las ganas de llorar, de decirle que quería morirme para estar con él, con mi Julián. Él lo notó y me tomó la mano en un gesto tan dulce y la besó. 

-No te puedo decir una sola palabra que calme tu dolor. No hay nada que lo haga. Solo te puedo decir que llevas una vida dentro de ti que siente exactamente lo mismo que tú. No le transmitas esa tristeza a tu bebé. 

Apreté los labios y le di un asentimiento. Libraba esa batalla en mi interior todos los días, me decía a mi misma que mi hija no debía sufrir desde mi vientre y no sabía cómo dejar de hacerle mal.

Se quedó unos minutos conmigo, no me dijo mas y solo me hizo compañía. Me seguía conociendo tan bien.

Cuando cumplí los ocho meses y que estuve en mi cita de control me dieron buenas noticias.

-Todo ha ido de maravilla, Amanda. Si no surge nada distinto, tu bebé podrá llegar a este mundo a través de un parto natural.

Me alegraba mucho no tener que ser merecedora de una cesárea. 

-No sabe la calma que eso me da. 

-Tiene buena posición, no hay vueltas con el cordón y tú te encuentras en buen estado de salud. No hay nada que nos indique que podrías requerir una cesárea. 

-Espero seguir así. 

Llegando a casa le di la noticia a Vera y le dio tanto gusto como a mi.

-¡Que bueno! La verdad es que no te imagino con cesárea, sin moverte como dos meses. 

-De menos. Que miedo pensar en que se abra uno de los puntos, o el dolor. No, yo prefiero sufrirle el ratito del parto y salir como si nada caminando del hospital.

Me ayudó a preparar la maleta que llevaría al hospital y a dejar todo listo. Una semana antes de la fecha que tenía prevista sentí algo raro mientras estaba recostada en mi cama. Fueron como unas ganas de orinar que no pude controlar y me levanté como un resorte de la cama, apenas me puse en pie y vi un charco en el piso.

-¡Vera! -Le grité asustada, de Emilio no me pasó eso, solo tuve dolores que en su momento pensé que eran cólicos menstruales y ya. Enseguida estuvo en mi habitación y me miró sorprendida y luego me sonrió. 

-Ya viene Regina -me dijo emocionada y yo rompí en llanto. 

Nuestra hija estaba por nacer y él no iba a estar ahí para verla hacer su entrada triunfal a este mundo.

Llamó a Vicky para pedirle que cuidara de Emilio y luego al ginecólogo para avisarle que íbamos al hospital.

Tomé la maleta y avancé a la salida, ella se devolvió corriendo y sacó una cobija gruesa del armario.

-¿Eso para qué? -Le pregunté con desconcierto.

-Porque ya te conozco cómo eres y no quiero que tires tu auto porque se ensucie.

No necesité mas detalles y bajamos hasta el auto. Ella con nerviosismo iba manejando y en veinte minutos estaba entrando por mi propio pie al hospital.

Vera estuvo conmigo en todo momento y secó mis lágrimas cuando volví a caer en cuenta que Julián no iba a estar para ver nacer a nuestra hija. También lloró conmigo, no pudo permanecer inmune al sentimiento. 

-Mandy, se fuerte por favor. Hazlo por Regis y por el mismo Julián, él no soportaría verte así. 

Fueron horas difíciles, mas por su ausencia que por la labor de parto, que dicho sea de paso, no fue tan rápida como de Emilio. Estuve casi dos días completos con dolores, la dilatación iba muy lenta, pero finalmente se dio la necesaria para que mi hija naciera.

Tuve que entrar sola a la sala de partos, solo imaginarme que él iba a estar ahí tomando mi mano, solo imaginarlo…

Cuando escuché el llanto de mi hija también yo le di rienda suelta a mis lágrimas, lloré a grito abierto por el hombre que me estaba haciendo tanta falta. Por aquel padre ausente que no estaba para recibir en sus brazos a nuestra hija y luego la trajera a mi y la colocara en mi pecho. Mi Regina nunca iba a sentir las suaves manos de su padre hacerle una caricia, ni que la acunara en sus brazos hasta dormirla y me dolía saber que también yo me iba a perder de ver todo eso.

-Mañana podremos irnos a casa -me dijo Vera y tomó a mi hija en sus brazos. Estaba vuelta loca con la nueva sobrina y yo sintiendo que me hundía en un hoyo sin fondo.

-¿Lo sabe alguien?

-No querías que avisara a nadie -me dijo un poco temerosa de mi respuesta. 

-Así es. No quiero que mi casa se convierta en un pasaje y que desfilen visitas. No quiero ver a nadie ni recibir muestras de compasión. 

-No es compasión, Mandy. Es afecto, por ti y todos ustedes. Pero como tú decidas se hará, solo que creo que Florencia y Miguel tienen derecho a saber que ya nació su nieta.

Solo hice un leve asentimiento de cabeza y con eso supo que podía avisarles. También llamó a Mónica para que avisara a Aurora.

Me dejó a Regina en los brazos para que la alimentara y yo la recibí con todo el amor que cabía en mi.

-Huele a Julián, Vera.

Me miró con cara de circunstancia al no entender mis palabras.

-Regina tiene el olor de Julián. Estuvo aquí, vino a ver a su hija -me ganaron las lágrimas y esta vez fueron de emoción al saber que aún muerto, era verdad que seguía entre nosotros. 

-Julián siempre va a estar -me respondió con una amarga sonrisa -¿Cómo crees que se perdería el nacimiento de su hija?

Algo de confusión se alojó en mi ser. Por un lado me sentía devastada por no poder verlo, que no me abrazara feliz por tener a nuestra hija con nosotros. Y por el otro, me parecía tan maravilloso como increíble que su esencia siguiera aquí de tal manera que hasta su olor quedó impregnado en Regina. 

Llegar a casa fue sentirme vacía nuevamente, me quedé en el auto hasta que pude controlar mis emociones un poco para que Emilio no me viera tan afectada. Vera bajó y me recibió a Regina para ser ella quien la presentara con Emilio. Él estaba feliz de ver aquel ser tan pequeñito y la cubrió de besos. En ningún momento hubo un rechazo o los típicos celos de hermano mayor, él quería cuidarla en todo momento.

El fin de semana vinieron sus abuelos a conocerla y también Aurora. Le trajeron muchas cosas, ropita y algunos juguetes que obviamente podría usar hasta que fuera mas grande.

-Es hermosa, Mandy -me dijo Mónica -se parece tanto a Aurora, solo que tiene tus ojos. ¡Mira esas pestañas enormes y sus cejas tan bellas. De ahí en fuera es Aurora.

Tenía lógica, eran hermanas y en efecto, se parecía mucho a su hermana mayor.

Mi pequeña era tan hermosa, solo que casi calva en su totalidad, apenas unos cuantos cabellos y muy pequeños. 

Los padres de Julián estaban muy felices de conocer a su nieta. Se aseguraron de hacerme saber que contaba con ellos, incluso mi suegro se ofreció a registrar a mi hija como suya para que llevara el apellido de Julián, pero les hice saber que no era necesario. Bastaba con su testimonio y una prueba de ADN para que el apellido de él le fuera otorgado a nuestra hija.

Que darle un nombre legalmente a mi hija no era algo que me quitara el sueño, tampoco algo que me hiciera mucha ilusión, por el hecho de tener que hacerlo sola.

Los días siguentes fueron de adaptación y visitas. Les mandé al grupo de la familia una foto de Regina y uno a uno fueron llegando a conocerla y por supuesto que me reclamaron por no haberles avisado en el momento en que iba a nacer. Creo que no entienden que era algo que quería vivir con Julián y si no era él quien estaba a mi lado no quería a nadie mas.

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