La tercera es la vencida
La tercera es la vencida
Por: Ana de la Mora
SIN ÉL

Quisiera haber perdido la noción del tiempo, mantenerme ajena a mi realidad. Hoy hace tres meses que Julián se ha ido y no se cómo es que he podido llegar hasta este día sin él.

Hace un par de días que vino a visitarme la viuda de Antonio, el abogado con el que llegué a trabajar cuando me regresé para Valladolid y entre tanto que me dice se me quedó algo grabado y no precisamente de una manera positiva: “El dolor pasará y aprenderás a vivir con su ausencia”.

Y sin embargo no se cómo hacerlo, su risa se quedó dentro de mi y a veces creo escucharla, me sorprendo esperándolo para comer, he llegado a poner su puesto y caigo en cuenta cuando Emilio pregunta para quién es y vuelvo a romperme en mil pedazos, porque simplemente no se adaptarme a estar sin él, no es solo que mi corazón lo extrañe, todo mi ser lo hace. Mi cuerpo extraña amanecer entre sus brazos, sentir sus manos recorrerme y que sus ojos me miren de la forma que me hacía sentir lo mas hermoso en la vida.

Hoy ha sido un día un poco complicado, mi bebe ha hecho de las suyas y me ha tenido todo el día vuelta al baño.

—¿Cómo estás? —Me pregunta apenas y respondo el teléfono.

—Regular, parece que ya no vomitaré mas hoy.

—Que bueno, yo estoy por salir mi guardia y estoy contigo ¿Necesitas algo de la calle?

—No Vera, todo bien, voy calentando la cena para cuando llegues.

—Ok. Te quiero.

No se qué sería de mi vida si Vera no estuviera con nosotros, ella me ha mantenido a flote en estos meses, y por “mantenerme a flote” me refiero a que se ha sentado a llorar conmigo, hemos reído al recordar los buenos momentos que pasamos con Julián, aún con que ella convivió poco con él aprendió a quererlo y guarda buenos recuerdos suyos.

Emilio poco a poco va adaptándose a esta nueva realidad, creo que la idea de la hermanita le cayó mejor de lo que él mismo esperaba, está ansioso por su llegada y eso ha ayudado bastante a que su dolor sea mas llevadero.

Me levanto del sillón y voy a la cocina, Vera viene de su trabajo y seguro es que vendrá agotada y lo menos que puedo hacer es tenerle comida caliente en la mesa y un buen baño asegurado, así podrá descansar.

Vera llegó mas tarde, ya Emilio había tomado un poco de leche y galletas y se había ido a la cama.

—¿Cómo te fue? —Le pregunté poniendo un plato con albóndigas y verduras frente a ella.

—Bien, estuvo tranquilo y pude darme mis descansos —Tú ¿Estás mejor?

—Sí, es que no he tomado las pastillas, no quiero depender de ellas.

—Tonta, puede ser peligroso que vomites tanto, es muy necesario que no dejes las pastillas.

—Prometo que ya no lo haré.

No quería darle mas molestias ni preocupaciones a Vera, había dejado a su novio para venir conmigo y eso me hacía sentir muy mal, yo quería y necesitaba estar bien para que ella retomara su vida, sabía que si yo no demostraba estar bien ella no se despegaría de nosotros ni un solo día y eso era tan injusto.

Mientras terminaba la cena fui a prepararle la tina y luego cada quien fuimos a nuestra habitación, yo por mi parte hice lo de cada noche, llorar y extrañar, hablarle a mi bebé de su padre, un padre que no llegaría a conocer y que a mi me dolía el alma solo de pensarlo.

Vino a mi mente el día que fui a buscar a Julián a la universidad, había una chica a la que le dije que le llevaría algunas cosas para su bebé, quizá pensó que al faltar Julián ya no lo haría y no es así, es que estuve ausente de mi misma por tanto tiempo. Tomé el teléfono y llamé a mi prima.

—¿Qué pasó Mandy? ¿Están bien? —Me preguntó asustada.

—Sí, todo bien, es solo que quería saber si aún tienes las cosas que te había dicho de Bryan, para la chica que te comenté.

—No mames ¿Me llamas a media noche para eso? Pensé que les había pasado algo, me asustaste. Y sí, aún tengo eso y mas que ha ido dejando, ven por ellos mañana, después de las diez de la mañana, ya sabes que no madrugo.

Me colgó y me quedé riendo, tenía toda la razón al enfadarse, ya mañana me disculparía con ella por mi imprudencia.

Así lo hice, al día siguiente me encaminé a su casa con un poco de comida china para almorzar que a ella le agradaba.

—Estás loca, mujer, me asusté al escuchar el teléfono timbrar a esa hora —la entendía, esa sensación es aterradora.

—Perdón, la verdad es que no era consciente de la hora, en serio lo siento.

—Ya cálmate y vamos a almorzar —sacó los platos y los puso sobre la mesa, Emilio fue a jugar al patio con el perro que tenía mi prima. —¿Cómo va la bebé? —Preguntó por el embarazo en lugar de la ya trillada pregunta sobre mi estado de ánimo, sabía que eso me llevaba al llanto.

—Pues de repente tengo molestias, todo normal obviamente, ya sabes las nauseas matutinas que de repente se extienden a todo el día.

—¿Recuerdas que yo las tuve por los nueve meses? —Me dice con pesar —ya le dije  a Manuel que ni de loca quiero otro embarazo, lo mandaré a hacer la vasectomía.

Ambas nos reímos con ganas, Manuel era esa clase de marido que hacía lo que su mujer decía y mi prima era de las que disfrutaban mandar.

—Esta vez apoyo eso, tú has pasado dos cesáreas, le toca ahora a él.

Me quedé casi dos horas en su casa, hasta que vi que ya era medio día y no me había parado en el despacho para nada y también debía ir a la cita de control con mi ginecólogo.

Luego de que me diera una enorme maleta con ropa y zapatitos, la carriola que ya no usaba y una mecedora, los subí al auto y me despedí con un abrazo antes de subir también yo.

—Gracias, le van a servir mucho, te lo aseguro.

—Con gusto, guardaré cualquier cosa que esté en buen estado.

Fui a prisa hasta el despacho, Emilio se quedó con mi prima para jugar con mi sobrino el mayor, Danielito tenía 7 años y se acoplaba muy bien a jugar con él, así que antes de salir me pidió que lo dejara y mi prima dijo que ella me lo llevaría por la noche.

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