21. Una noche en Sicilia

Bella

Sentí la ligera brisa del mar revolver mi cabello mientras caminábamos y enterrábamos los dedos dentro de la arena húmeda. En la distancia, se veía como las olas poco a poco y en calma crecían para romper en la orilla.

El camino hasta aquí fue silencioso, pero era esa clase de silencio en el que te gustaba estar, en el que no necesitabas de palabras para sentirte cómoda. Al contrario, con las manos entrelazadas y cada cuanto, expresándonos con la mirada, era la forma mas correcta de disfrutar un paseo entre la arena y la playa.

Bastián me llevó consigo a la orilla, permitiendo que el final de las olas yaciese sobre nuestros pies hasta los tobillos. El agua estaba fría y de algún modo, eso me recordó a mi hermano. Mauro era parte de ese pequeño porcentaje que disfrutaba sumergirse en la oscuridad de la playa, como si no temiese de nada n

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