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Morgana
La noche parece eterna, estirada en un velo de oscuridad y luz lunar. Mi corazón late con una intensidad multiplicada mientras nos encontramos frente a los vestigios de un antiguo anfiteatro olvidado, donde antaño resonaban los votos de nuestros ancestros. Hoy, el aire vibra con una energía insolente y amenazante, la de un destino que se niega a ser cambiado.
Cierro los ojos un instante, intentando aprovechar la fuerza de mis visiones recientes. Los ecos de antiguos votos, las imágenes de una sacerdotisa alguna vez sagrada, y el dolor de una traición eterna se entrelazan en un torbellino de emociones. Mi alma parece danzar entre la esperanza de un renacer y el miedo de un pasado demasiado pesado para llevar.
Siento la mirada de Dorian sobre mí, cargada de protección y dolor, mientras Lucian se mantiene al margen, su expresión indescifrable mezcla de deseo y melancolía. Ezechiel, por su parte, está allí, como un ancla silenciosa, listo para guiar mis pasos hacia la verdad.