Morgana
La penumbra de la noche da paso a un crepúsculo incierto, y el aire está cargado de una tensión casi palpable. Hemos atravesado muchas pruebas, y este momento, el del amanecer, parece ser el instante decisivo donde todo se jugará. Estoy en el corazón de un antiguo vestíbulo de piedra, rodeada por símbolos olvidados y ecos de un tiempo pasado. Mi corazón late con fuerza, como si cada pulsación quisiera anunciarme una revelación o un desgarramiento.
Los recuerdos de nuestras vidas pasadas aún me atormentan: juramentos susurrados en la oscuridad, besos robados bajo una luna escarlata, traiciones que han roto almas. Siento la huella de este antiguo dolor y, paradójicamente, una nueva fuerza que me llama a reescribir nuestro destino.
Dorian está cerca de mí, su rostro grave y marcado por la preocupación, sus ojos de un verde profundo buscando captar la menor chispa de luz en el tumulto de mis pensamientos. Lucian, por su parte, avanza a mi lado con una elegancia sombría, su mirada