Morgana
La noche había caído desde hacía mucho cuando dejamos el santuario, un escalofrío deslizándose por mi piel mientras caminábamos por las oscuras callejuelas. El artefacto que buscábamos parecía no ser más que un mito, un vestigio perdido de un tiempo olvidado, pero mi instinto me gritaba lo contrario. Existía. Y debíamos encontrarlo.
Dorian caminaba a mi lado, su mirada penetrante fija en el horizonte.
— Tenemos una pista, dijo finalmente. Un antiguo templo, en el corazón del bosque prohibido.
Lucian, un poco atrás, levantó una ceja, con los brazos cruzados.
— Sabes lo que eso significa, ¿verdad? No es solo una expedición. Entramos en territorio maldito.
Respiré hondo.
— No tenemos opción. Si este artefacto puede liberarnos, entonces debemos ir con todo.
Un silencio pesado se instaló, hasta que Lucian se acercó a mí, su mirada intensa capturando la mía.
— ¿Y si solo encontramos más sufrimiento?
No tenía la respuesta a esa pregunta.
---
Viajamos toda la noche, cruzando las llanu