Morgana
El ser que se nos presentaba no era un simple hechicero de las tinieblas. Exudaba una potencia tan densa que pesaba en el aire que nos rodeaba.
— ¿Quién eres? gruñí.
El hombre sonrió, mostrando sus colmillos afilados. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
— Soy aquel que ha esperado este momento durante mucho tiempo, susurró. Y acabas de ofrecerme exactamente lo que necesitaba.
Su mirada se posó en Elías, todavía de rodillas, temblando bajo el poder de la fuerza oscura. Dorian apretó su agarre sobre su espada envuelta en llamas.
— Si crees que vamos a dejar que lo tomes…
No tuvo tiempo de terminar. El hombre levantó la mano y una ola de oscuridad se alzó, arrojándonos a ambos hacia atrás. El impacto fue brutal. Mi cabeza golpeó violentamente el suelo, arrancándome un grito de dolor.
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Dorian
Me incorporé de inmediato, apretando los dientes. El hombre se acercaba a Elías, con un destello de triunfo en sus ojos. No podía dejar que lo hiciera.
Sin esperar, corrí hacia él, mi espada