Adrien
Pasamos las horas siguientes elaborando nuestro plan. Cada detalle contaba. Debíamos golpear con precisión, sin dejar el más mínimo espacio para el error.
Cuando el amanecer comenzó a asomarse, me levanté y estiré mis músculos cansados.
— Deberíamos dormir un poco.
Sasha asintió.
— ¿Dónde está tu habitación?
La miré un instante antes de señalar un pasillo a la derecha.
— Al final del pasillo. Pero puedes usar la habitación de invitados si quieres.
Ella no respondió de inmediato. Sus oscuras pupilas se mantuvieron fijas en las mías.
Luego, lentamente, se acercó.
— Prefiero dormir cerca de mi aliado.
Un escalofrío de emoción recorrió mi espalda.
— Está bien.
Nos dirigimos hacia mi habitación, donde una tensión invisible flotaba entre nosotros. Ya no se trataba solo de guerra.
Se trataba de nosotros.
Y esa noche, antes de enfrentar a Dante, íbamos a explorar esa frontera que aún nos separaba.
Sasha
El silencio de la mansión era casi opresivo. Un lujo austero, una frialdad calculad