Sasha
El olor de la sangre se adhirió a mi piel, más fuerte aún que la adrenalina que martillaba mi corazón.
El almacén no era más que un campo de cadáveres. Adrian y yo habíamos avanzado sin descanso, segando todo a nuestro paso.
Me encontraba en medio de la carnicería, mis manos temblorosas, no por miedo, sino por una rabia fría y controlada. Dante iba a entender que ya no era una loba que podía domar.
Adrian se acercó, limpiando la hoja de su cuchillo en el pantalón de uno de los hombres muertos a sus pies.
— Debemos irnos.
Asentí con la cabeza.
Habíamos hecho lo que habíamos venido a hacer. Ahora, había que desaparecer antes de que Dante pudiera contraatacar.
Pero mientras dábamos la vuelta, un sonido resonó detrás de nosotros. Un gemido.
Mi mirada cayó sobre uno de los hombres que aún estaba vivo, arrastrándose en su propia sangre. Sus labios temblaban, su mano extendida hacia una pistola que nunca alcanzaría.
Jadeaba, su aliento entrecortado.
— Por favor… murmuró.
Me arrodillé j